Opinión

LA RABIA QUE DESVELA

Estoy desvelado. Son las tres de la mañana de una noche de semana donde el descanso resulta crucial para estar despejado por la mañana, y eso ya me angustia. Día siguiente que traerá luz pero al mismo tiempo un efecto que me hará pelear duramente contra los párpados que querrán cerrarse en algún momento inconveniente. Son las noches de insomnio provocadas por un cúmulo de pequeñas batallas libradas a lo largo de los días y que hacen crisis en un momento dado resquebrajando la entereza y moral normalmente manifiesta. Batallitas sin mayor trascendencia pero que sumadas hacen su trabajito, buen desgaste psicológico y de ánimo acusado por el cuerpo que se niega a dormir sin tratar de buscar algún remedio. Sin embargo, para saber qué medicina tomar, lo primero es tratar de identificar bien estas batallas que nos dan pal pelo.


Algunas tienen que ver con las personas cercanas que por distintas razones se van alejando sin saberlo ellas, ni saberlo nosotros, sin saberlo nadie. Las diferencias surgen por doquier, tanto en la familia como en la amistad, no digamos en la vecindad, o en la cambiante realidad. El orden de importancia es dado según la fibra sensible de cada cual, lastimando más aquella en la que descansaba un mayor afecto o mejor discurso y que se vuelve extraña en un plis-plas inexplicable, cual por accidente. En este caso, además de pena, la situación produce rabia, ¡grande!, porque aquí no funciona lo de estar vacunado por experiencia anterior, no inmuniza la veteranía o haber sufrido en otra ocasión parecido dolor; no, aquí y en cada una de las nuevas traiciones que uno siente en su relación humana con otro es como si se sumara el nuevo dolor al conjunto acumulado y pesara éste cada vez más. Quizás el umbral del dolor sea menor que la primera vez pero su sordidez resulta mucho mayor, despertando una desesperanza por ¡mí, no entender!


¡Yo no entender! que una persona hable y actúe como si le importara el otro 'suficiente' durante años y años, y de pronto un día dé la espalda sigilosamente para no levantar liebre o que no te enteres siquiera. Es una putada, porque además de apaleado uno tiene que callarse ante la posibilidad de que le digan al pasar: ¡cornudo, que eres tonto, que a tus años aún no te enteras de qué va la vida!; ¡espabila! Ya de joven, recuerdo la comedura de tarro que tuve con ocasión de un amigo íntimo que cogió novia y de pronto me evitó como si fuera su nueva relación incompatible con la mía. De salir juntos todos los días a 'casi' no volver a verlo, Para mí tan incomprensible que a pesar de que han transcurrido cuarenta años hoy sigo preguntándome qué carallo de amistad habíamos tenido o qué carallo pasó. Después he tenido relaciones de amistad intensa pero curiosamente ceñidas a un determinado contexto de tal forma que la relación sufría un distanciamiento tremendo cuando se cambiaba el entorno; realmente curioso, sí, porque si bien la amistad se cultiva con un contacto continuado, lo esencial que necesita es química y afectos propios de fórmulas del laboratorio sentimental.


Hoy siento rabia por reaparecer la pesadilla de una amistad que se da el piro sin preaviso, y que además me interrumpe el sueño. El tipo que me ha levantado de la cama vive en pura contradicción consigo mismo desde que yo lo conozco, pero eso importa poco porque ¿quién no la lleva consigo?; otra cosa es traicionar una relación escondiéndose para hacer manitas con el interés espurio, eso es algo nuevo que me repele por fea felonía y más fea todavía cobardía. Hoy también me llena de rabia el haber perdido otra posibilidad de uno más que ya no me la volverá a meter, a meter la confianza por detrás.


Y ya ven cuánta fragilidad y las cosas que me desvelan, afectos y desafectos humanos que son verdaderos asaltantes nocturnos, que llegan a aburrirme hasta el hastío, y hasta que al fin tomo la decisión de cortar este hilo amistoso enmerdado. ¡Coño, ahora me siento como que he limpiado un poco la mierda del hilo y me ha entrado el sueño! Buenas noches, me voy a la cama.

Te puede interesar