Opinión

MONEY

Alos niños de mi generación, cuando les dábamos dinero, al que llamábamos propina, parte de él lo guardaban en un recipiente llamado hucha, que tenía una ranura que lo tragaba y no lo devolvía. Había que romperla. Si el dinero cada vez vale menos, ya me dirán qué hacía en una hucha de donde no podía salir si no era rompiéndola. Había quien lo guardaba en un calcetín o debajo del colchón. Esta costumbre era más propia de personas de cierta edad.


Se le llamaba de diversas maneras. A los billetes de mil pesetas, 'billetes verdes'; a los de cinco, es decir, a los duros, 'pavos'. A la peseta, 'pela'. Y cuando algún amigo te pedía dinero prestado, antes te preguntaba: '¿Qué tal andas de cuartos?'.


En los mercadillos se solía regatear el precio de la mercancía o del producto que se iba a comprar:


-¿Cuánto cuestan estos zapatos?


-Veinte 'pavos'.


-Le doy quince.


-Hecho.


Y en quince duros, o sea 'pavos', se cerraba el trato.


Yo me preguntaba, ¿quién elegirá los rostros que figuran en los billetes? ¿A quién se le ocurría poner a las gitanas de Julio Romero de Torres, a Unamuno, Menéndez Pelayo, por citar algunos? Otro tanto ocurría con los sellos. Los americanos ponían a Lincoln, Washington, Jefferson, que están en la mitología de la nación. Yo hubiera puesto otro tipo de personajes. No sé... a Nuria Espert, a Zarra, Picasso, García Lorca. Y ya que somos un país turístico, ¿por qué no haber hecho billetes con paellas, cigalas, giraldas, etcétera?


Los billetes eran aburridos y estéticamente 'camps', pasados de moda. Espero que algún día me hagan ministro de Hacienda o gobernador del Banco de España. Para empezar pondría el gol que Iniesta le hizo a Holanda y con el que nos proclamamos campeones del Mundo de fútbol. O a Penélope Cruz. Es un decir.

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