Opinión

Mangoneo

Con todo respeto a la señora Ashton y al señor Van Rampuy: su elección como Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea y como presidente del Consejo Europeo suena simple y llanamente a interés de Francia y Alemania a seguir marcando el rumbo de la UE, a hacer y deshacer a conveniencia, a mangoneo puro y duro.


Ojalá nos equivoquemos y resulte que los casi desconocidos Ashton y Van Rampuy cuentan con una talla política inconmensurable y con ellos se marcará un antes y un después en la historia de la Unión Europea. Ojalá, pero la pinta de esta elección es otra, la de que se ha elegido a personas de perfil muy bajo para que sigan mandando los que mandan siempre. Obama eligió al mejor, o a la mejor, cuando tuvo que decidir a quién colocaba al frente de la diplomacia de su país, un cargo de la máxima relevancia para Estados Unidos. Y no dudó el ofrecerle el cargo a Hillary Clinton, su rival, porque pensaba que era la persona más preparada para ese puesto.


En cambio nosotros, los europeos, hemos optado por elegir a quienes menos pueden molestar, a los menos enérgicos, a los que levantan menos ampollas. Dos casi desconocidos, aunque los funcionarios de la UE intentan hinchar sus respectivas biografías para presentarlos como personas que tomaron decisiones importantes en la construcción y estabilidad europea.


Que no nos vengan con cuentos, que en Bruselas y fuera de Bruselas se sabe perfectamente a quien hay que agradecer los servicios prestados a la causa europeísta. Hace mucho tiempo que se decidió dejar en segundo plano a cabezas de talla parecida a las de Delors, Gaston Thorn o Jenkins, que ocuparon la Presidencia de la Comisión en los años en los que la CEE era verdaderamente influyente y grande a pesar de contar con muchos menos países. Hoy se elige para los cargos de máxima responsabilidad a quienes provocan menos rechazo -generalmente personas de biografía menor, pues en caso con trario seguro que acumularían filias y fobias- y teniendo en cuenta una seria de cuotas: cuota femenina, reparto entre socialistas y conservadores, cuota británica para contentar al eterno descontento... y así nos va.


El espíritu europeo se va diluyendo. La ampliación ha sido decepcionante y las instituciones han perdido credibilidad. Todo ello mientras se incrementa la influencia internacional de Rusia y de los países asiáticos emergentes. El primero que lo ve así es Obama: desde que accedió a la presidencia, el interés hacia la UE ha sido el justito, y sin embargo se ha volcado en estrechar lazos con Rusia, con China, India, Japón...


Sabe que debe contar con esos países, en unos casos para afrontar salidas a la crisis económica mundial y en otros para resolver algunos de los conflictos internacionales que más le preocupan, como por ejemplo los de Irán o Afganistán.



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