Josu Ternera, en lugar de prestar su voz para el video en el que ETA anuncia su disolución “definitiva” tendría que entregarse a las fuerzas de Seguridad españolas y comparecer ante un tribunal. Ahora intenta presentar a ETA como un grupo de héroes que querían cambiar la sociedad vasca. No lo han sido nunca, sino asesinos con todas las letras. Con 853 víctimas mortales en su haber y más de 6 mil heridos.
Si anuncian su disolución es porque llevan varios años sin capacidad de matar. Nunca han sido pacíficos, y a quienes no pensaban como ellos simplemente los masacraban. Pretenden mostrar ahora una cara amable, con un comunicado amable y un video amable, que culminarán con un acto que provoca vergüenza e indignación a partes iguales. Con unos supuestos mediadores internacionales que siempre se han mostrado más sensibles a los argumentos de la banda que a los de sus víctimas, y que además recibieron sustanciosas sumas de dinero por esas supuestas labores de mediación, lo que ya define cómo se las gastan.
Dice Urkullu en El País que no debe haber vencedores y vencidos. Sí debe haberlos, y además los hay. Ha vencido la parte de la sociedad vasca que no comulgó con el terrorismo, y han vencido los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado, que perdieron muchas vidas, pero ganaron a los terroristas. Incluso entre las víctimas se pueden encontrar los vencedores, porque sus verdugos se han rendido. Con la parafernalia que tanto les gusta, banderas, personalidades que no tienen más mérito que moverse en los turbios círculos del terrorismo y mucha cartelería con la serpiente y el hacha.
ETA ya estaba derrotada. Hace tiempo que personas que podían ser marcadas como posibles víctimas no miran atrás por si les siguen, no tiran las llaves al suelo para ver si han puesto una lapa en los bajos de su coche, llevan a los niños al colegio, hablan abiertamente con sus compañeros de trabajo y no bajan la voz cuando tienen que facilitar su dirección en alguna entidad. El miedo había desaparecido, pero no la rabia. Porque quedaba gente por detener, por los rumores sobre trato de favor para los presos –que Rajoy ha desmentido- y porque de vez en cuando un desalmado se reía del familiar de una víctima. Y rabia también al ver a algunos de los cabecillas de la banda sentados hoy en instituciones vascas después de haber salido de prisión. O por hechos como el de Alsasua, que demuestra que todavía hay gente que sigue pensando que ETA salvaba las esencias del pueblo vasco.
Quedan años para que esas secuelas desaparezcan definitivamente, pero de momento queda consolarse con la certeza de que ETA ya no era operativa. Si quieren espectáculo este viernes, que lo tengan, pero lo que no pueden arrebatar a las víctimas, y a los que tenemos memoria, es el relato. La historia. Su tenebrosa y asesina historia.