Opinión

Congreso en Mourisca


En ese momento, y ocurre habitualmente, cuando se nota que vamos decayendo en la conversación, alguien sale por peteneras y se pone a contar aquello que tiene tanta gracia. Cuenta que en la parroquia de Tabazoá había un cura que siempre animaba a los feligreses a echar monedas en el cepillo con el fin de arreglar la iglesia. La gente no se estiraba mucho pero siempre caía algún patacón que otro. Pero…la iglesia seguía deteriorada y nunca se arreglaba nada. El domingo, después de misa esperaron al clérigo a la puerta y con esa flema muy propia de nuestra gente le espetaron:

-Señor cura… el arreglo de la iglesia ¿para cuándo? Mire que ya hemos echado mucho dinero en el cepillo que dice en letras mayúsculas “Limosna para el Culto”.

- Han de saber ustedes, que el culto soy yo -dijo con cachaza- que sé dos idiomas.

Máximo, antiguo operario del Ayuntamiento inició con su palabra franca este viejo chascarrillo. Y aunque era más que sabido, nos reímos como manda nuestro reglamento nunca escrito. Me gusta mucho, a eso de las cuatro de la tarde, reunirme con mis vecinos en lo que con sorna denominamos “Congreso”. Realmente no es otra cosa que una herencia de aquellas reuniones que se hacían tiempo ha, cuando lo permitían las labores agrícolas. Somos un puñado que no suele ser inferior a cinco ni superior a nueve. Allí estamos jubilados los más y jóvenes los menos, que se lo pasan tan bien escuchando chanzas, mofas y befas y algún que otro escarnio de políticos que lo tienen merecido.

Hoy empezamos un poco tristes porque recordamos cómo no somos nada y cómo el tiempo se nos escapa de entre los dedos. Recuerda Enrique que ya lo decía no sé quién: “morren moitos cordeiros pero carneiros non queda un”. A Bily le hace mucha gracia porque es el más joven y seguro que le parece que eso de morirse sólo le ocurre a los del pueblo de al lado. Entonces, morriñosos, empezamos a recordar a aquellos que formaban parte de este grupo hasta hace casi nada… como Guillermo, nuestro querido Mito, que siendo un madridista de categoría siempre jugaba en la conversación a ser un culé convencido…y tantos otros. Hace bien poco recibieron sus pases al “otro barrio”.

Alguien opina: “no merece la pena trabajar sólo por el dinero ya que al final nada nos llevamos”. Un día me contaron a la puerta de una mezquita: “El único dinero que se nos permitirá llevar será aquel que hayamos dado en limosnas a los necesitados”. 

  Y claro, como no existe orden del día, deriva la conversación en aquellos frailes de Correxais que en aquella época del medievo hubieron de soportar una vibriosis que se llevó las truchas y los peces de aquel río Sil que, muy cerca, discurre entre esos paisajes preciosos de Vilamartín de Valdeorras. Como no podían cumplir con el precepto cuaresmal de la abstinencia, enviaron a dos hermanos legos a conducir aquella piara de sus cerdos para que los remojasen en el río. Así cumplirían con la regla monacal de: “comer sólo el alimento que procede del río en tiempo de ayuno y abstinencia”.

A eso de las seis, sin intervención de ujier, nos vamos a merendar a casa. Cada uno a la suya, con la intención de volver mañana.

Qué gente más maja. Este sí que es un Congreso. ¡Qué bárbaros!

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