Las raíces de Óscar Barroso se encuentran entre Vilar de Randín (Calvos de Randín) y Rairiz de Veiga. Aunque este empresario hostelero nació en la ciudad condal, asegura que regresa a Vilar, al menos, dos veces al año para disfrutar de los paseos en bicicleta por el monte y de sus amigos de la infancia, con los que ha logrado mantener el contacto tras el paso de los años. Quiere que sus hijos tengan sus mismas vivencias en el rural.
¿Por qué sus padres se marcharon a Barcelona?
En la zona de la “raia” había mucha pobreza por aquel entonces, por lo que mi padre, con 14 años, se marchó, y luego lo hizo mi madre. Se fueron a Barcelona que era donde, al parecer, había futuro.
¿Y lo encontraron?
Sí. Mi padre empezó a trabajar, como mucha gente, de camarero. Poco a poco fue ahorrando y evolucionando hasta que compró su propio negocio y de ahí otros diferentes relacionados con la construcción.
¿Volvían a menudo a Vilar?
Sí, mis padres se quedaban trabajando y nosotros -los hermanos- pasábamos los tres meses de verano aquí. Ahora ellos la mitad del año están en Barcelona y la otra en Vilar.
¿Le sigue gustando volver?
Sí, cada año mínimo una o dos veces. Quiero que mis hijos vivan lo que yo viví en Vilar, la infancia en el pueblo es diferente. No se paga con dinero, es muy especial.
¿El contacto con el rural le ha aportado valores diferentes como persona?
En mi caso valoro mucho los inicios de mi familia. Hablamos de aldeas en las que se pasó muy mal. Yo recuerdo de pequeño casas donde no había lavabo o la luz era escasa. Creo que sí, que esto me ha aportado un valor añadido o algo diferente, ni mejor, ni peor, pero de lo que me siento orgulloso.
¿Recuerda alguna anécdota en la “raia”?
Me sorprendía mucho lo del contrabando. Recuerdo la gente, para ganarse la vida, con los burros cargados a las doce de la noche. Yo era muy pequeño, tengo algún recuerdo.
¿Cómo definiría a la gente de la “raia”?
Brava, valiente y de carácter fuerte.
