Miles de devotos cumplieron con la tradición de honrar a San Benito en la celebración de la ‘seitura’

En la romería de A Uceira no hubo crisis

Un padre intenta que su hija bese al venerado santo. (Foto: Miguel Ángel)
Como siempre, la romería de A Uceira, en Sandiás, congregó a miles de romeros en una jornada marcada por las temperaturas suaves. El momento culminante se desarrolló a las 12,30 horas con la misa mayor. Después, como manda la tradición, comida campestre, siesta en el césped, y para los que aguantaron, baile con charanga.
Con una jornada agradable, asemejándose más a las temperaturas primaverales que a las propias del estío, los devotos acudieron en masa hasta el monte de A Uceira de Sandiás para honrar a San Benito en la tradicional romería de ‘seitura’. A las nueve de la mañana comenzó el ajetreo, y allí estaban presentes los de Protección Civil de Sandiás y, por primera vez, los bomberos de A Limia. La jornada tuvo su momento culminante alrededor de las 12,30, momento en el que se inició la procesión con el santo por los alrededores del hermoso recinto. Y es que al fervor religioso y a los sones musicales de la banda que acompañaba la procesión y de un niño que tocaba un pequeño acordeón en demanda de unas monedas se unían por un momento los humos de las ‘caldeiras’ del pulpo y del churrasco, el ‘totum revolutum’ de la ‘enxebre’ romería gallega. Tal como aseguraba el párroco, Manuel Fernández, ‘está ben rezar, pero a xente tamén necesita comer e divertirse’.

Y vaya si comieron, pues en los apretones de la ‘hora punta’ en la cola del pulpo alguno comentaba: ‘E dín que hai crisis, mira que crisis’. Los pulpeiros aseguraban que habían despachado unos 600 kilos; en el ‘toldo’ calculaban más de 200 kilos de carne ó caldeiro y 150 de churrasco, amén de varios cientos litros de vino. Y todo eso sin contar lo que varios centenares de romeros ‘trasegaron’ a la sombra de los árboles del recin to, alguno de los cuales aseguraba tener el sitio guardado desde el día anterior El oficiante de la misa mayor, el canónigo de la catedral Ramiro González Cougil, que era la primera vez que acudía al recinto, se mostraba impresionado. De una parte destacaba ‘el fervor con que los fieles vienen a visitar a San Benito, lo que demuestra que es una fe que está muy enraizada en el pueblo’ y de otra no cesaba en los elogios hacia el párroco y a todos los que colaboraban activamente en el recinto, pues aseguraba habían hecho ‘un trabajo magnífico, respetando el equilibrio entre las reformas y la naturaleza, pues con la mezcla de árboles, hierba y agua el visitante respira libertad y lo libera del estrés de la vida de hoy’.

Quien también se mostraba sorprendido, pues llevaba muchos años sin pisar el recinto, era el médico José Abadín, que para imbuirse en la romería había subido a las nueve de la mañana y, cámara en ristre, no quería perderse ningún detalle de lo que allí sucedió durante toda la jornada.

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