como un chorro de agua fresca

Es raro pero no debería serlo. El cumplimiento del deber parece que hoy no es muy común, sobre todo en los casos donde el poder ejerce su influencia para evitar que salgan a la luz las paladas de corrupción levantadas por sus miembros para derramarlas, en forma de euros, a favor de su enriquecimiento personal y demás allegados. Me refiero a la impecable actuación de la juez Alaya en el caso tremendo de los ERE de Andalucía. Esta juez, que deberíamos considerar persona normal en el cumplimiento de su deber, resulta, sin embargo, espectacular, al no doblegarse a las posibles presiones de los defensores de los imputados.
Su línea de actuación va derecha al esclarecimiento de la verdad -como se supone que deben hacer los jueces- y es como un chorro de agua fresca en el rostro de un extraviado en el desierto comprobar que no se deja amilanar, ni presionar, ni corromper, ni seducir, ni asustar por las veladas insinuaciones o posibles amenazas que haya recibido o pueda recibir.

Saber lo que tiene que hacer es lo normal en un buen profesional, y eso probablemente lo harían otros jueces, pero mucho más es hacerlo nadando contra corriente y sin importarle las aguas impetuosas que le dificulten sus investigaciones. Si consigue mantenerse en esta línea ¡ojalá sea así! habrá conseguido levantar el ánimo a muchos miles de españoles que siguen con expectación este caso y que exigen solamente conocer la verdad y que se aplique la justicia.

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