Enganchado a la actualidad

Mientras en la ciudad en la que vivo ya ha pasado de largo la Festa Major (la més bella i més galana) y la llegada del otoño nos anuncia, como casi siempre, tiempo revuelto, prosigo con mi costumbre de desayunarme todas las mañanas las diferentes ediciones digitales de la prensa, entre las que incluyo la lectura de La Región, un entrañable periódico con el que mantengo una particular colaboración epistolar, para así permanecer vinculado a la tierra que me vio nacer.
Con complacencia, compruebo que esta terapia mantiene viva mi pasión por el periodismo, tras el batacazo anímico que me supuso en su día haber tenido que dejar la corresponsalía de la Agencia Efe.

¿Y cuáles son las historias que más me han impactado en esta primera quincena de octubre? Sin duda alguna, el suceso que más me ha conmovido ha sido el trágico naufragio -ocurrido frente a la isla italiana de Lampedusa-, de una misérrima barcaza en la que viajaban varios centenares de inmigrantes africanos. Con profunda tristeza, una vez más, pienso en el terrible sufrimiento de las víctimas y en su pobreza extrema, una lacra social que es consecuencia directa de una injusta y criminal distribución de la riqueza a nivel global.

Abordo la parte final de esta nueva misiva con la noticia de los malos vientos que actualmente soplan en el gran teatro del Liceu barcelonés. Menos mal que en otros escenarios parlamentarios y judiciales nos han obsequiado con un par de esperpénticas óperas bufas, en las que han destacado Silvio Berlusconi y un tal Carlos Fabra. Ambos tenores han tenido unas actuaciones memorables, dignas de inspirar sendas y gansteriles versiones cinematográficas. Tanto Il Cavaliere en Italia, como don Carlos en España, encarnan a la perfección el prototipo del moderno cacique, una especie antropomórfica que hoy por hoy parece no estar, ni mucho menos, en peligro de extinción y que en Galicia abunda más que las vilipendiadas e inofensivas meigas.

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