Hace días hemos visto juntos al papa Francisco y a su predecesor Benedicto XVI, la elegancia de la humildad en ambos, una elegancia que muestra una claridad interior sin contradicciones, una elegancia cortés y humilde enraizadas en una fuerza interior, que sólo se consigue obedeciendo humildemente a la conciencia.
Benedicto XVI, que llegó con fama de inquisidor, ha hecho de la libertad interior uno de los ejes de su enseñanza, ya que ha dedicado parte de su tiempo a hablar del amor y de la belleza para recordar y ofrecer a todos el actractivo de la fe.
Y así, como Benedicto XVI fue un líder religioso, el papa Francisco es un líder en general, con capacidad para escuchar a todos y en el poco tiempo de su pontificado ya ha marcado por dónde va a ir su servicio: su amor al sacerdocio tal como lo quiso Cristo en la Iglesia. Cuando están en juego los derechos humanos y la dignidad de la persona, la Iglesia se presenta como la única realidad de una cultura que ha hecho de la componenda su pensamiento.
Y así, como Benedicto XVI fue un líder religioso, el papa Francisco es un líder en general, con capacidad para escuchar a todos y en el poco tiempo de su pontificado ya ha marcado por dónde va a ir su servicio: su amor al sacerdocio tal como lo quiso Cristo en la Iglesia. Cuando están en juego los derechos humanos y la dignidad de la persona, la Iglesia se presenta como la única realidad de una cultura que ha hecho de la componenda su pensamiento.