MEJOR RESISTIR

En un principio no había crisis, inmediatamente después se trataba de un fenómeno generado por una gestión deficiente de los anteriores gobernantes, ahora se retrasan las soluciones, la verdad es que no vemos el final del túnel. Quizá tengan razón aquellos que sostiene que hay que reformar el sistema capitalista, que hay que traer a escena al keynesianismo.
Sin duda, en tiempos de reformas estructurales que son las que se están desarrollando bajo el mandato de Europa, la mejor solución es resistir con fuerza y con inteligencia al atraco a que nos están sometiendo nuestros gobernantes. No es tarea fácil en un resistente oponerse a las seducciones del poder; dispone de un amplio abanico para obnubilar la inteligencia más preclara de la oposición. Ahora no se trata de un poder tiránico como el que caracteriza las dictaduras, sino de un poder hipnótico, algo más sutil e indefinible que el miedo; lleva a la parálisis y al adocenamiento de la voluntad, construye una consustanciación mística con el poder, con el que a vivido desde siempre sin ofrecerle ninguna resistencia social. El franquismo todavía está presente en no pocos aspectos de las prácticas sociales de hoy. Nuestra verdadera tradición histórica no es la de una sociedad de ciudadanos libres que tienen una relación democrática con el poder, hecha desde la libertad, la soberanía, sino exactamente la contraria. Esta tradición ha tenido manifestaciones diversas en distintos países. Tiene un denominador común con lo que ocurrió en Europa entre las dos guerras mundiales. Una de las preocupaciones que debe motivarnos a resistir es mostrar que lo que ha sucedido en Europa de ninguna manera es privativo de aquel momento ni de aquellas sociedades. Puede seguir existiendo con otras formas pero no con menor agresividad y opresión.

El poder absoluto del dictador lo ostenta ahora el dinero. Las humillaciones a las que somete a los ciudadanos no son sólo con la pretensión de obtener una mayor rentabilidad, sino con el objeto de aniquilar su capacidad de resistir a las exigencias del poder y así poder articular otra sociedad más explotadora. El horror, la violencia, la crueldad, son hijos de quien los crea, de aquellos que facilitan los caminos de explotación del capital. El capital no es un ser abstracto, sino que toma cuerpo en aquellos que hacen de la explotación de las personas su razón de vivir. El haber ganado unas elecciones de ninguna manera legitima al poder para embarcarse en un proceso de destrucción de la riqueza y de la personalidad de los ciudadanos. Controlar las veleidades del poder es ahora la tarea más urgente.

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