NO EXISTEN AMORES ETERNOS

Tenemos un presidente que no nos lo merecemos.
Resulta original hasta para meter la pata. Desde mayo de 2010 no ha vuelto a ser persona, amargado, viviendo de prestado en la Moncloa y sin saber que rumbo tomar a pesar de los más de 600 asesores de los cuales no se fía. A nadie se le ocurre convocar elecciones generales con cuatro meses de antelación. En sus particulares alucinaciones, siempre pensó que como todos los males que aquejan a España provenían de los mercados, la bruja Ángela Merkel y su colega francés Sarkozy, el candidato idóneo para gobernar otros cuatro años, indiscutida e indiscutiblemente, era él. Pero, hete aquí que de pronto apareció el caballero aspirante Rubalcaba con sus pretensiones sucesorias, y de un plumazo desbarató los idílicos proyectos del presidente por accidente ZP, harto de seguir ejerciendo de ministro 'multiusos' y demandando ser candidato.

Visto lo visto y solventada la pantomima de las elecciones primarias, todo parecía indicar que el digital candidato tendría el camino expedito, pero de pronto, y en un plis plas, la situación se ha complicado más de lo previsto. Los dos errores garrafales cometidos por Rubalcaba al pretender eliminar las diputaciones provinciales e intentar cargarse el pacto PP-PSOE acordando asumir el deficit anual que marque la UE, han supuesto un desastre descomunal para su campaña y prestigio personal que ha quedado por los suelos.

Según círculos íntimos, bien informados y próximos a la Moncloa, las relaciones Zapatero-Rubalcaba, están bastante más deterioradas de lo que aparentan. Posiblemente el presidente quiera vengarse de algunos de los que en su momento le juraron amor eterno y que ahora rinden descarada pleitesía al candidato, con tal de mantener la poltrona (o lo que de ella quede), pero al menos, figurar en las listas electorales bien colocados, ya que, fuera de la Administración, no pueden aspirar a nada.

Son muchas las interpretaciones que caben sobre lo que está sucediendo y que para ciertos colectivos socialistas suenan a 'sorda venganza' de Zapatero cansado de que se le considere un 'presidente obediente'.

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