LOS PRIVILEGIOS DE 'SUS SEÑORíAS'

Con relativa frecuencia callejeo en Madrid por la Carrera de San Jerónimo y otras veces por la Plaza de la Marina Española, próxima a la Plaza de España; es decir, rúo por delante de las Cortes o del Senado coincidiendo con la salida de 'Sus Señorías' del 'lugar de trabajo'.
Cuando eso ocurre, docenas de coches oficiales ocupan la calle con sus chóferes correspondientes, escoltas, agentes de movilidad, policías, personal de compañía de los diputados, periodistas, fotógrafos, etcétera, sobre todo en días de pleno. Todo muy bien organizado para que los curiosos viandantes no molesten a nuestros encumbrados y ufanos dirigentes políticos, que lustrosamente trajeados todos, y desde luego sin notársele para nada que algo les preocupa; creemos que ni siquiera les desvela un poco el momento crítico que vive el país; más bien se les ve a la mayoría colmados de arrogancia y altivez, seguramente pensando más en lo importantes que son, al haberles sido otorgados el tratamiento de 'Señorías' en las correspondientes urnas al comienzo de cada legislatura, que en los problemas que España tiene.

Al ser testigos los viandantes y un servidor a veces, de estas cotidianas procesiones, no nos cabe menos que pensar que toda esa altivez y encumbramiento, además de serlo, es sufragada por las arcas del Estado, que a todos nos obligan a colaborar para llenar. No vamos a entrar en la eficacia o la necesidad de sus funciones en las Cámaras, ni dar opinión pública en este momento, de si uno de esos dos organismos no se necesita, o podría ser simbólico con un mínimo de componentes, tal vez si; sino remarcar que la suma de diputados y senadores de nuestro país es de 614; que una vez lograda su credencial por el partido que sea, ya han alcanzado lo más importante, que es la patente de boato, ante la gente normal de la calle a quienes miran si acaso bañados de un alto complejo de superioridad, al salir del hemiciclo; aunque minutos antes, probablemente, daban alguna cabezada sentados en sus escaños mientras no le tocaba aplaudir al líder de su grupo, y seguramente en esos lapsus soñolientos de los señores diputados afloraban nítidas a sus cerebros las satisfacciones internas por su porvenir prácticamente asegurado con ingresos públicos compatibles, no pequeños a posterioridad, y lejos de figurar en las listas del paro ¡Privilegios de Sus Señorías!

Comienza dentro de poco una nueva legislatura, nuevos personajes, otros repiten, pero poco tiempo va a pasar para que en mis ruadas por la Carrera de San Jerónimo contemple las mismas estampas de siempre.

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