CRÍTICA

La solución: dar a cada espectador un poco de lo que espera

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photo_camera Un espectáculo hecho por y para ver en el cine.

El director J. J. Abrams ha buscado la solución más sencilla y efectiva para un película que tiene la obligación de contentar a muchos sectores de espectadores muy diferentes entre sí: darle a cada uno poco de lo que esperan

Star Wars es un nombre que va más allá de una película. Es historia del cine, es parte de la vida de millones de personas, es cultura, es un negocio multimillonario.

Cuando Disney adquirió la productora Lucasfilm a George Lucas, creador de la saga, por 3.200 millones de euros a finales de 2012, el desafío de relanzar la saga cinematográfica de Star Wars era tan inevitable como inminente y gigantesco. Un negocio seguro en lo económico pero a la vez arriesgado en lo formal, ya que la presión y expectativas nunca habían sido tan grandes en las últimas décadas de la industria.

Todo ello sin contar con la euforia de los fans, que desde hace meses han llevado prácticamente en volandas a la película hacia un éxito sin precedentes por venta anticipada, marketing y publicidad viral en las redes.

El resultado final es Star Wars El Despertar de La Fuerza (2015) , la primera parte de una trilogía que tiene la titánica tarea de contentar a todos: debe gustar a los fans de la saga clásica, a los que nunca la han visto, a los seguidores de mayor edad, a los más jóvenes, a los coleccionistas de merchandising, a los que añoran la fescura de Una Nueva Esperanza (1977) y a los que siguen marcando a El Imperio Contaataca (1980) como referente y faro a seguir. A los que van cada semana al cine y a los que sólo van una vez al año.

J. J. Abrams ha salido bastante airoso de este encargo tan goloso como envenenado. Acostumbrado dirigir  proyectos de sastrería cinematográfica y televisiva con un público muy marcado como Monstruoso, Star Trek (2009 y 2013) o Super 8 (2010), el creador de éxitos televisivos como Perdidos y Fringe ha buscado la solución más sencilla y al final más efectiva para un producto cuya talla debe valerle a cualquiera: darle a todos un poco de lo que quieren.

Sabiendo que hay dos entregas más, el director ha preferido enganchar a profundizar, bajo un velo de misterio que da lugar a una historia que sirve de cebo para la segunda parte, en un guión que por momentos rescata los mejores recuerdos de Star Wars, mientras que en otros la película parece una serie adolescente de fin de semana de Disney Channel.

Las comparaciones son inevitables, y la sombra de Darth Vader es alargada. Es el malo que todos quieren ser, hasta los niños. Difícil era alcanzar la magnitud de este personaje con cualquier otro antagonista de los héroes, pero más aún era encontrar un recurso que sustituyera con algo de éxito su recuerdo, y más teniendo en cuenta que su historia es la temática principal de las seis primeras películas. Vader es la maldad con mayúsculas, el ejemplo perfecto del concepto de corrupción: el mejor entre los mejores, el llamado a traer la luz, acaba siendo el que acaba trayendo la oscuridad. Y todo por un motivo tan humano y romántico como el amor a una madre y a una mujer.

Kylo Ren, llamado a ocupar el lugar de Darth Vader como malvado de la saga, tiene un enfoque diferente, mucho más plano, de acciones rabiosas y directas, basadas en la ira y la frustración. Temperamental y más abierto a sus emociones y mostrarlas sin filtro, frente a un Vader que sin necesidad de presentar su rostro en pantalla resultaba implacable e impactante.

Rey es el corazón de la película. Un personaje fuerte, independiente y resolutivo, interpretado por Daisy Ridley, una actriz a la que las cámaras adoran en cada plano, y que empatiza con la idea e ideales que en su día encarnó Luke Skywalker. Mención aparte merece el equipo técnico y de animación encargado de dar vida a BB-8, un personaje que está a la altura de R2-D2. Si Rey es el corazón de la película, BB-8 es el alma de la misma, con momentos tan emocionantes como hilarantes.

Finn, interpretado por John Boyega, es el protagonista menos perfilado en esta entrega. Aunque hay pistas a lo largo de la película, bien por el montaje final o bien porque Abrams no quiere gastar todas las sorpresas en esta primera entrega de la nueva trilogía, su origen y papel se mueve entre el misterio y la incertidumbre, una situación reflejada en la actitud pasiva-agresiva del personaje. Algo similar ocurre con Poe Dameron, personaje interpretado por Oscar Isaac, y que es el cuarto pilar protagonista del film.

La factura técnica de El despertar de La Fuerza es impecable. Escenarios majestuosos, excelente fotografía, efectos especiales de referencia, montaje correcto y banda sonora a la altura de la saga, con un trabajo sonoro tan bueno como el visual En este aspecto Disney ha realizado un trabajo sobresaliente, siendo una de esas películas que están hechos por y para disfrutar en pantalla grande.

Y es en eso en triunfa El Despertar de La Fuerza: es una película hecha por y para ver en el cine. Un espectáculo que busca el ocio y el entretenimiento, un producto comercial que no reniega de sus raíces más profundas pero que también traiciona alguno de sus valores porque tiene claro su objetivo: vender y venderse, al igual que entretiene ydivierte en muchos momentos.

Son los mismos roles que muchos conocen de las seis películas anteriores, pero con otras caras y cuerpos. Son las mismas localizaciones y situaciones, cambiando los lugares. Es la misma historia ya vista, intercambiando algunos puntos de vista y perspectivas. Es una continuación, pero a la vez es un reinicio y una revisión.

El Despertar de La Fuerza es la menos original de la saga, no tiene los mejores personajes, no emociona como la primera trilogía y le falta el empuje y la personalidad para ser una película con personalidad propia sin la coletilla de Star Wars.

Pero no se la pierdan. Es todo un espectáculo.

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