Sueños de Olimpia

Con o sin COI, Putin tendrá sus Juegos

El presidente del COI Thomas Bach, junto al dictador ruso Vladimir Putin.
photo_camera El presidente del COI Thomas Bach, junto al dictador ruso Vladimir Putin.

París 2024 está próximo y la asignatura pendiente es la polémica participación de los deportistas rusos y bielorrusos, sancionados los Comités Olímpicos de ambos países por la invasión de Ucrania.

En los Juegos de París solo se admitirán a quienes no respalden la invasión ni tengan vinculación con el ejército o con el servicio secreto -a ver quién lo comprueba- sin opción a lucir sus banderas e himnos en el podio. Sí se permitirá a quien cambie su nacionalidad y compita bajo otra bandera, eliminando la espera habitual de tres años.

Por no enfadar a Ucrania -a su vez pendiente de sanción por dopaje estatal- y no molestar a la madre Rusia, el COI de míster Bach pone a estos deportistas y sus entrenadores entre la espada y la pared. Cualquier decisión tomada tendrá consecuencias negativas. Además de discriminar a aquellos que cumplieron las normas en su momento. Todo perfecto.

Asesinada la oposición, dominando el frente y rumbo a su quinto mandato consecutivo, el zar Vladimir Putin puede centrarse en los Juegos. No duden que el gran camarada hará lo imposible, o sobornable, para ablandar la postura del COI. Como logró en otras ocasiones.

Pero si la diplomacia no funciona, su plan B consiste en recuperar los ‘Juegos de la Amistad’, invento de su añorada URSS en 1984 como boicot a los Juegos de Los Ángeles. Tema abordado en nuestros Sueños del 19 de septiembre de 2022.

Añadan también los ‘Juegos del Futuro’ -mezcla de deporte clásico y cibernético- y los “Juegos Brics”, alianza económica entre Brasil, India, China, Sudáfrica y Rusia contra Occidente. Todo en fechas dispuestas para fastidiar a los Juegos Olímpicos. Putin sonríe en el Kremlin.

Las mil formas diferentes de morir en Kenia

El atleta keniata Kelvin Kiptum, tras batir el récord mundial de la maratón.
El atleta keniata Kelvin Kiptum, tras batir el récord mundial de la maratón.

La muerte en accidente de tráfico del atleta maratoniano Kelvin Kiptum ha causado sorpresa y conmoción en todo el mundo. El joven keniata ostentaba el récord mundial de la mítica prueba y era el principal favorito para rebajar la barrera de las dos horas.

El suceso tuvo lugar hace una semana en la zona conocida como el Valle del Rift. Le acompañaban su entrenador, el ruandés Gervais Hakizimana, también fallecido y otra joven. 

Aunque el padre de Kelvin acusó a unos representantes de la marca deportiva china ‘Qiaodan’ de manipular su vehículo en represalia por no respetar un acuerdo de patrocinio, la causa más posible del accidente pudo ser una mezcla de factores: trazado complicada, exceso de velocidad… Conducir por allí es tan peligroso como caminar por sus carreteras. Kiptum se suma a la lista atletas keniatas, víctimas de los problemas cotidianos de un país salvaje. 

Quizá el caso más famoso sea el de otro maratoniano, Samuel Wanjiru, primer Oro en los Juegos de Pekín 2008. Era un auténtico héroe nacional. 

Wanjiru pertenecía a la etnia Kikuyu, una de las 44 reconocidas en el país. El 15 de mayo de 2011 falleció al precipitarse desde un cuarto piso en su Nyahururu natal. En ese momento tenía dos esposas, una prometida y una amante, sumando cuatro hijos.

Según las crónicas locales, la primera mujer descubrió a Samuel con la amante en el domicilio. Supuestamente, los dejó encerrados en una habitación para “avisar a la prensa”. El atleta intentó escapar por el balón, resbaló y cayó de cabeza a la calle. 

Una muerte grotesca. En Kenia, tierra de unos cuantos corredores geniales, hay mil formas diferentes de hacerlo.

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