Cuando terminar es el triunfo

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photo_camera Finalizar los diez kilómetros de recorrido al lado de tus compañeras es siempre motivo de alegría.

Cada edición de la San Martiño deja historias de esfuerzo y superación en la parte de trasera del pelotón, donde acabar supone la mayor recompensa

Los focos, los flashes y las grabadoras se dirigían ayer a Nuno Costa y a Joselyn Brea. Los ganadores absolutos de la San Martiño 2016 eran los justos protagonistas principales de la jornada. Pero detrás de ellos, a unos cuantos minutos, la carrera dejó otros actores y actrices secundarios que también merecen su atención. Cuando el gran grupo comenzó a llegar a cuenta gotas a la línea de meta, el esfuerzo en los rostros se hacía más visible. Era el turno para los atletas que tienen objetivos más modestos en la jornada: con terminar los 10 kilómetros es más que suficiente.

Algunos llegaban en solitario, otros en pareja o tríos, pero todos celebraban el paso por meta como si del récord de la Popular se tratase. Por ejemplo, la corredora con el dorsal número 3449. O lo que es lo mismo, Silvia Montero. Con un tiempo de 1 hora 26 minutos y 47 segundos fue, oficialmente, la última atleta en llegar. Lo hizo sin muchos aspavientos, con sus auriculares y con mucha tranquilidad. Nadie le apretaba por detrás, y por delante ya no había nadie cerca al que poder dar caza. Una San Martiño distinta, pero con el mérito de la que se plantea acabar los 10 kilómetros por las buenas y por las malas.

Por la megafonía se anunció que aun quedaban atletas por el camino, pero el telón se bajó cuando Silvia Montero marcó su tiempo

Los más expertos

La veteranía es un grado. También en el atletismo popular. Y los más expertos demostraron que ni las lluvia les podía parar. Algunos bajaron el ritmo para aguantar, pero otros realizaron un sprint final que dejó claro que aún tenían gasolina en el depósito, como Lisardo Dorribo, al que se le quedó corta la recta de meta. Tanto que si le dejan llega hasta el puente del Milenio y vuelve a empezar.

Mérito también los amigos y familiares, que aguantaron estoicos en Os Remedios para darle el último empujón a los suyos. Incluso los padres que ya tomaran posiciones para animar a sus pequeños, se animaron a recibir con una ovación a los últimos supervivientes de la San Martiño. Después, foto obligatoria y rápido a por el avituallamiento que había que recuperar las energías perdidas y secarse de la madrugadora mojadura. Es la otra cara de una carrera con más de un foco de atención. Pero los otros campeones siempre están presentes. Y seguro que cuando se les pase el cansancio, volverán a pensar en tomar la salida en la edición número 41 de la San Martiño ourensana. Otro reto marcado en el calendario.

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