La vida de Pedro Bermejo cambió en el momento más inoportuno, cuando ganó el I Trofeo "Miguel Ángel" y tenías aspiraciones de crecer en el fútbol. Fue el mejor portero de 1996 y volvió al fútbol tras superar un cáncer
Se sienta con naturalidad y abre la bolsa donde trae uno de los premios más destacados de su vida. No es el único. "Aquí está. Este el primer trofeo 'Miguel Ángel' que se disputó. Jugaba en el Pabellón División de Honor y en 1996 la peña madridista con la colaboración de Miguel Ángel propuso impulsar un galardón para dar ánimo a aquellos porteros con proyección y con ganas de seguir aprendiendo". El que habla es el primer ganador de aquel trofeo, Pedro Bermejo Montero (15/11/1978). Insuperable como portero, pero todavía más como persona.
Hace cinco años, la comisión del Trofeo "Miguel Ángel" explicaba en un comunicado la decisión de acabar con el galardón. Así decía: "Hay dos puntos fundamentales. El primero es por la poca implicación de los clubes. Llevar 30 ó 35 porteros cada año no es fácil y en muchos casos casi había que rogar para que acudiesen a los entrenamientos. El segundo punto es la sistemática crítica a los premiados. Hay gente que todavía no ha entendido lo que se buscaba. Con el premio se reconocía al portero con más ganas de progresar y que más evolución mostrase. No era el mejor por sus cualidades, dependían otros factores".
Un portero optimista
Acababa de recibir un apoyo fundamental para establecer las bases para su futuro deportivo. Un portero corpulento, seguro y con un optimismo que paraba cada ocasión de peligro.
Sin embargo, cuando tenía la oportunidad de crecer, de aspirar a más llegaron una serie de lesiones que le privaron de seguir siendo el mismo: "La primera vez que me rompí la rodilla fue en Velle. Estaba muy cómodo y estaba haciendo una buena campaña, pero la vida es así. Te golpea cuando menos te lo esperas. Y la verdad que en Velle se portaron muy bien conmigo. Cobrábamos por primas y el equipo ganó un partido e invirtió toda la prima para mi operación. Tengo que agradecerle lo que hicieron por mí".
A partir de ahí, ya no fue el mismo: "Tener una lesión de esas características hace que no vuelvas a ser el mismo. El miedo en tus saltos, la desconfianza... pero volví a jugar y me fui al Ponte Ourense (ahora Ourense CF). Allí nunca me acabé de encontrar cómodo por el campo. Era muy rápido y no me acababa de acostumbrar".
Pero no se rindió: "Me fui al CD Orense y allí sí que estaba muy bien. Entrenaba con el equipo de Segunda B dirigido por Rodríguez Vaz y un día me volví a romper la misma rodilla. La izquierda. Me operaron en Ourense, pero la plastia no quedó bien y me mandaron a Vigo". Al final por problemas económicos del CD Orense, el padre de Pedro tuvo que costear la mitad de la operación y el club la otra mitad. El cirujano, no cobró.
Todo esto con 22 años. Tres lesiones que le impidieron seguir progresando en el fútbol, a aspirar a metas más altas. Las lesiones son la cara amarga del fútbol para algunos, para Pedro fueron el desenlace del fútbol profesional. Tuvo ofertas de equipo superiores, pero su rodilla dijo basta.
"Más partidos"
Con 22 años dejó el fútbol. Entrenaba a futuros talentos y un día recibe la noticia: cáncer de testículos. "La vida te enseña a ser a valiente, a no rendirte, a pensar que si te dejas llevar estás muerto. Si soy sincero, recuerdo que las primeras veces me sentía raro, porque en la planta de oncología solamente había personas mayores y yo. Era el único joven de aquella sala". El silencio interrumpe la conversación. Y sigue: "Antes no tenía tanto miedo de entrar a la consulta del médico, ahora tengo más. Tengo más cosas que perder". Lo dice por su familia y por su hija, que tiene tres años. Pero se acabó, "el otro día fui al médico y me dijo que ya no hay restos. Estoy totalmente curado". Al decir esas palabras, sonríe casi sin querer. Un estímulo inconsciente. Diez años después, desempolvó los guantes para celebrar dos ascensos, uno con el Muíños (2011/2012) y otro con el Valenzá (2013/2014). El fútbol siempre estuvo y está en su cabeza y en su casa.
El Trofeo Miguel Ángel está custodiado cada noche por su hija. Ahora se pone retos. Trail, bici o populares, pero: "Si ahora me dicen que tengo que ir a echar una mano a algún equipo..."
