Sueños de Olimpia

Dick Fosbury, el discreto y el revolucionario

Dick Fosbury perfeccionó su estilo durante las competiciones previas a México 68.
photo_camera Dick Fosbury perfeccionó su estilo durante las competiciones previas a México 68.
El impacto de Fosbury en México dio la vuelta al mundo y entusiasmó al público, pero no tanto a puristas y rivales.

Los Juegos de México 1968 ofrecieron algunos de los momentos más memorables del olimpismo: el vuelo de Bob Beamon, el "black power", 30 récords mundiales... y la revolucionaria irrupción en la prueba del salto de altura de un joven pálido, enclenque y desgarbado, Dick Fosbury. El estadounidense se presentó en el Estadio Olímpico con una técnica nunca vista, atacando el listón con una carrera previa en curva y sobrepasándolo de espaldas.

La disciplina había nacido a comienzo de siglo con la modalidad de 'tijeras' desarrollada por Michael Sweeney (París, 1900). George Horine impuso el 'rodillo costal' (Estocolmo, 1912). Lester Steers, el "rodillo ventral" en la década de los 40 y 50. El fabuloso soviético Valery Brumel (Tokyo 1964) la había perfeccionado con la variante "Straddle". Cada atleta tenía su estilo, pero a ninguno se le había ocurrido semejante locura.

La excusa de Fosbury era sencilla. No poseía el talento ni las condiciones de los demás, pero sí la inteligencia y el tesón para encontrar la técnica ideal para exprimir su rendimiento. Comenzó a los 16 años, cuando se quedó fuera del equipo del instituto, y a base de costaladas -entonces había arena o corcho en lugar de colchoneta- lesiones vertebrales y la burla general, ganó el título universitario, la dura prueba de selección olímpica y se presentó en México, un 20 de octubre de 1968.

Allí sorprendió a todos, incluso a sí mismo -"mi objetivo era terminar entre los cinco primeros"- con el método bautizado por el "Medford Mail Tribune" en 1964 como "Fosbury Flop". Ganó el oro, batió el récord olímpico y propició la última revolución en el salto de altura. Una novedad cuyo efecto no fue, ni mucho menos, inmediata.

No hubo duelo entre clásicos y el innovador

El impacto de Fosbury en México dio la vuelta al mundo y entusiasmó al público, pero no tanto a puristas y rivales. El "Fosbury Flop" convivió durante años con el resto de técnicas y se fue imponiendo. En los Juegos de Múnich 72, 28 de los 40 saltadores ya practicaron su estilo. En Montreal 76 y Moscú 80, 13 de 16. En Los Ángeles 84 y en Seúl 88 sólo el chino Liu Yunpeng permaneció fiel a los clásicos. Desde Barcelona 92, el salto Fosbury fue el aceptado por todos.

En la categoría femenina, el duelo de estilos tuvo un momento clave en el europeo de 1978, cuando la italiana Sara Simeoni se impuso con el nuevo a la germana Rosemarie Ackermann, quien ejecutaba el 'rodillo ventral'.

En la masculina no hubo ese duelo culminante de escuelas. El fabuloso Valery Brumel, plusmarquista y campeón olímpico en Tokio 64 con la forma clásica, estrelló su moto contra un árbol y destrozó la pierna derecha en 1965. Seis operaciones después y muy cerca de la amputación, se perdió la cita de México aunque logró regresar a la competición, lejos de su nivel. Se retiró para ser escritor de éxito.

El propio Fosbury no pudo defender su título e invención. La enorme expectación generada y la presión le afectaron tanto que no pudo clasificarse para Múnich y se retiró, abrumado, a los 25 años.

La última esperanza soviética y tradicional fue Vladimir Yaschenko. A los 19 años batió el récord mundial y prometía defender el honor soviético en los Juegos de Moscú. Dos lesiones, tendón de Aquiles y rodilla, le retiraron y sumieron en una profunda depresión, agravada por el vodka. Murió a los 40 años, por un cáncer de hígado, mientras se imponía el salto "fosbury".

Citius, altius, fortius | Ni el primero ni el único en su estilo

El "Fosbury Flop" lo cambió todo, pero el estadounidense no fue el primero en adoptar este estilo en su país. El gimnasta Dickie Browning se quedó a unos centímetros del récord mundial en 1954 realizando un intento con varias volteretas laterales previas.  El olímpico en Roma 60 y Tokio 64, John Thomas, caía también de espaldas aunque abordaba el listón con la técnica ortodoxa.

En 1963 existen fotos del "Missoulian Sentinel", periódico de Montana, donde el saltador escolar Bruce Quande practicaba el mismo método, si bien dejó la competición tras el instituto. En 1966 también se documenta a la canadiense Debbie Brill adoptando el revolucionario salto, con el que llegó a ser olímpica. Quande, Brill y Fosbury no se conocían ni disponían de internet. La casualidad y la curiosidad de cada uno propició que todos coincidieran en la misma solución, si bien el más exitoso y perdurable en los libros de historia, casi a su pesar, es el discreto ingeniero civil Richard Douglas Fosbury. O el revolucionario saltador Dick Fosbury.



Ver o leer | Lejos del mundanal ruido

‘Fosbury, Olympic champion’, por Todd Mansfield  (2012, EEUU) 20 min.

Tal fue la presión sufrida por Dick Fosbury tras el éxito, que decidió retirarse y dedicarse a desarrollar su carrera de ingeniería civil en la desconocida Ketchum, perdida en las Montañas Rocosas. Declinó cualquier oferta deportiva, publicitaria o administrativa para ser un ciudadano normal. Por ello es escaso el material sobre su breve trayectoria deportiva hasta que accedió a colaborar con el movimiento olímpico en la difusión de los valores deportivos. Este reportaje de la cadena Fox tiene gran valor por su entrevista e imágenes inéditas.

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