OPINIÓN

Saltó del banquillo con su gabardina y nosotros nos convertimos al cruyffismo

87615291_Johan_161888b
photo_camera Johan Cruyff, antes de la final de Champions de 1992.

Todo empezó el 20 de mayo de 1992. Koeman la puso donde nadie podía llegar para que dejásemos de mirar a los delanteros y atendiésemos al medio: "Me da igual que me metan 4 ya que nosotros meteremos 5"

No recordaba el momento en el que me convertí en uno de los seguidores mas fervientes que conozco -y conozco muchos- del Barça. Solía decir que era algo con lo que nací, que no lo elegí. Me gustaba pensar que mis primeras palabras habían sido "¡Barça!" y entre risas y goles así lo defendí hasta ayer mismo. 

Pero la realidad es que todo empezó el 20 de mayo de 1992, y es justo reconocerlo hoy, ya que seguramente no esté solo en esto. La memoria es muy selectiva, así que no recuerdo mucho de aquellos 120 minutos más allá de una falta que no era y de cómo un rubio holandés la puso donde nadie podía llegar. Pero sobre todo, y aunque no lo creáis, recuerdo a Johan. Cómo saltó del banquillo con aquella gabardina. Recuerdo su cara perfectamente, me quedó grabado. 

A partir de ahí me volví loco. Me volví cruyffista y guardiolista. Empecé a hablar todo el día del 3-4-3, de la posesión del balón. Dejé de mirar a los delanteros para mirar al medio y a los lados. También dejé de sufrir con las defensas. Qué más daba. "Me da igual que me metan 4 ya que nosotros meteremos 5", repetía como un Padre Nuestro. Disfrutaba como nunca lo había hecho, no se ganaba fácil, había que mirar siempre a otros campos, sobre todo en las Islas, pero el césped en el que jugaba el Dream Team siempre pasaba algo.  

Perdimos muchos títulos -alguno muy dolorosamente-, pero nada se podía comparar a aquel Barça y a aquella forma de jugar. Muchas veces he defendido a Guardiola cuando llegó al Camp Nou y puso a unos jovencísimos Busquets y Pedro por delante de vacas sagradas. Pocos recuerdan que eso lo hizo Johan mucho antes, sin tanta fortuna, cuando en Can Barça jugaban Celades, De la Peña o los hermanos Roger y Oscar en detrimento de jugadores consolidados y quizás hastiados. Todos alucinamos y defendimos el 'tikitaka' de España en Sudáfrica calificándolo de Futbol Total, y qué decir del Barça de Xavi, Henry, Messi o Iniesta. Hoy es justo decir que si hemos visto y disfrutado eso es gracias a que Johan, hace ya muchos años, decidió mirar a otro sitio, decidió mirar la balón y no a la portería, decidió mirar al centro del campo y no a la red, decidió crear laberintos para llegar al gol y no líneas rectas. Johan le dijo al mundo que al fútbol se juega con  el balón, y que con él se llega siempre al final, a veces entra y a veces se niega a entrar porque como bien dicen en los bares, el futbol es así. Nos enseñó otro tipo de jugador. ¿Alguien entendería a Xavi Hernández, Pirlo o Xabi Alonso si Cruyff no hubiese "creado" antes a Guillermo Amor, Guardiola o Koeman? Creo que no. 

"¿Te imaginas si Cruyff hubiese tenido a Messi?", le pregunté hace poco a un gran amigo. "Johan los días que Leo no corre lo hubiese sentado", me contestó. Y quizás tenga razón. 

Algún día les diré a mis nietos que vi jugar a Messi. Pero, aunque ahora hable el corazón, me sentiré más orgulloso de contarles que empecé a amar al Barça porque teníamos al mejor entrenador de futbol que uno podía soñar. 

Gracias Johan, nos hiciste los más grandes.

Cruyff_2377125b_3480084b

Te puede interesar