Iglesias trata de acercarse a Pedro Sánchez, y Rivera pide a Rajoy "una reflexión" sobre su liderazgo político tras el 26-J
Los cuatro candidatos a presidir el Gobierno de España tras las elecciones generales del 26 de junio se conjuraron en torno a una promesa: no habrá terceras elecciones. Pero, al fin y al cabo, una promesa formulada en condicional.
Durante el debate organizado por la Academia de Televisión, el único de la campaña que reune a los cuatro líderes, el presidente del Ejecutivo en funciones y candidato del PP, Mariano Rajoy, aseguró que no sería necesario acudir por tercera vez a las urnas si la oposición “deja gobernar al partido que ganó las elecciones”. Pablo Iglesias, probable líder de la oposición en vista del último barómetro del CIS, redujo todos los escenarios a una dicotomía: “Hay dos opciones, un gobierno del PP o un gobierno progresista con el apoyo del PSOE”. Y aunque Pedro Sánchez evitó concretar la estrategia socialista de pactos, llamó a la movilización de los “miles de votantes socialistas” a los que había percibido “desanimados” hace semanas. Albert Rivera confirmó que “si de Ciudadanos depende, habrá gobierno”.
En materia de acuerdos, destacó el acercamiento de Iglesias tanto a Pedro Sánchez como a los votantes socialistas, con el objetivo atemperar los ánimos de cara al escenario postelectoral. Frente al recurrente "los extremos nos han bloqueado" de Sánchez, el secretario general de Podemos respondió con claridad: "Tenemos la mano tendida para un gobierno de coalición progresista, para otras cosas no". Y subrayó que "en una negociación de gobierno, no hay líneas rojas".
El debate no ha servido sin embargo para cambiar sustancialmente la estrategia de los cuatro líderes. Rivera pidió de un modo más sutil pero igualmente contundente "una reflexión" a Mariano Rajoy, "en nombre de muchos votantes del PP", sobre si debe ser el presidente en funciones el que encabece una nueva etapa política en España. El popular le demandó "más humildad" y abandonar un tono "inquisitorial".
Visto que la confrontación es latente, las urnas adquieren por segunda vez protagonismo como las únicas capaces de cambiar la correlación de fuerzas.
