Emilio de Villota, el legado de un apellido

El piloto Emilio de Villota no siempre fue Emilio de Villota. Antes fue Dupré y Alcor (guiño romántico hacia su novia y futura mujer). Pseudónimos que utilizó para correr debido al gesto torcido que ponían sus padres ante todo lo relacionado con el mundo del motor. “En esta casa hay dinero para filetes y para estudios”, decían. Porque no fue sencillo para De Villota llegar a ser un pionero del automovilismo en España. Superó barreras físicas y sociales para dejar su huella en diferentes competiciones, Fórmula 1 incluida. Se codeó con los mejores exprimiendo los pocos recursos que ofrecía una España en blanco y negro. Años más tarde, la mezcla de ADN y gasolina la heredaron sus hijos, Isabel, Emilio y María. Y es esta última la que, junto con su padre, protagonizará el Foro La Región de este próximo jueves, a las 20:15, en el Marcos Valcárcel. Fue otra pionera. Luchó por su sueño y llegó al “gran circo” de la Fórmula 1. Pero justo cuando empezaba a disfrutarlo, en 2012, un grave accidente se cruzó en su camino. Apretó los dientes para luchar contra las heridas y hacerlo con un parche en el ojo y una sonrisa en la boca. Un año después, a causa de las secuelas, falleció. Desde ese momento, la iniciativa “Legado María de Villota” trata de difundir los valores de la piloto, y continuar su labor solidaria junto a las personas enfermas y los colectivos más necesitados. Deporte y vida, los aspectos que centrarán el Foro La Región. Pionero del motor Emilio será el narrador de un relato de superación. Sabe de lo que habla. No nació con un volante en la mano. En su familia no había antecedentes en el mundo del motor. Se tuvo que buscar la vida en aquella España en blanco y negro de los 60 y 70. “Mi carrera deportiva, vista en perspectiva, es sorprendente. No tengo un momento clave de decir ‘esta es mi pasión’. En mi círculo de amigos gustaban las carreras y hacíamos lo posible para ir a ver rallyes y competiciones. Poco a poco se metió en mi sangre esta vocación. No era fácil hacerse hueco en este mundo. Que yo acabase en la Fórmula 1 es como si un británico termina siendo torero. No hay ni entorno, ni toros, ni plazas”. Lo hizo comprando “in situ” en Reino Unido un Lyncar 006 despiezado que apareció por un golpe de suerte. Y ahí, al final de la década de los 70, compitió con los mejores: Niki Lauda, James Hunt, Emerson Fittipaldi… Era otro mundo. Nada que ver con el “gran circo” que viaja a cada vez más países en la actualidad.” La Fórmula 1 antes era más artesanal. No había tanta tecnología. El piloto tenía más importancia, sus manos, su habilidad... Entre el primero y el último de una parrilla no había más de 3 segundos de diferencia. Incluso la mayor parte llevábamos el mismo motor”. Más igualdad y más riesgo. Mucho. Quizá demasiado. “La falta de seguridad lo marcaba todo. Raro era el año que, de una parrilla de 24, no perdieran la vida 2 o 3 pilotos. Todos los que salíamos a competir, sinceramente teníamos presente que podía ser nuestra última carrera. Y eso marcaba al piloto, a su familia y al equipo. Incluso al público. Afortunadameteesto ahora no se da. Hemos ganado en tranquilidad aunque se ha perdido el concepto clásico de gesta y de deporte extremo”. La carrera de De Villota le llevó a brillar en el Mundial de Resistencia, entre otras modalidades. También a formar talentos gracias a su escuela de pilotos. Por allí pasaron Fernando Alonso o Carlos Sáinz. El legado de un pionero que sus hijos supieron actualizar y continuar. Por eso María sigue en el recuerdo. Su lección deportiva y vital llega a Ourense con el Foro La Región.