Ochenta estaciones ejercen el control de la calidad del aire en Galicia: 64 de ellas están dedicadas a zonas industriales

El Gran Hermano del aire

Los análisis demuestran que la calidad del aire en Galicia es razonablemente buena, pero mejorable. El origen del problema está en las emisiones de CO2 y en la contaminación por actividad industrial, pero éstas no son las únicas amenazas. Otros focos relevantes son los tubos de escape de los coches, los incendios o los sistemas de climatización. De las ochenta estaciones miden la calidad del aire en Galicia, 64 están próximas a polígonos industriales y el resto son de la Xunta o los concellos. En los últimos años han aumentado los controles sobre la calidad del aire, uno de los principales motivos de preocupación medioambiental.
El aire de Madrid y Barcelona contiene moléculas de cocaína, según un equipo de científicos que ha desarrollado un nuevo método para detectar el consumo anónimo de estupefaciente.

Analizando las partículas aéreas en suspensión, certificaron la presencia de hasta cinco clases de drogas. ‘No son datos representativos del aire de las dos ciudades ya que se recogieron en zonas muy concretas, donde era esperable este resultado’, advierten los autores del estudio recientemente publicado. ‘Son cantidades tan pequeñas que ni respirando una mil años se llegaría a consumir una dosis’.

Los resultados de la investigación saltaron a la portada de los informativos y provocaron un alubión de comentarios inteligentes en foros de Internet y redes sociales. Sin ser motivo de preocupación, el estudio despertó la curiosidad sobre la salud del aire en nuestro entorno, un elemento imprescindible para la calidad de vida.

‘El aire de las ciudades gallegas es de buena calidad, aunque existen puntos de alta contaminación y emisiones de gases’, explica Javier Ramírez, técnico de Medio Ambiente. ‘Cuidar el aire es una obligación porque nuestra salud está en juego. En las urbes gallegas hay demasiados coches, uno por cada dos habitantes, cuando lo razonable es que no haya más de un vehículo por cada tres vecinos’.

El transporte público asume un minúsculo volumen de tráfico, son centenas de miles de desplazamientos diarios y en muchos casos con un único ocupante por vehículo. Y, pese a esto, pocos ciudadanos apuntan hacia los tubos de escape cuando detectan algo raro en el ambiente. En As Pontes miran hacia la gran chimenea de la térmica de Endesa. En A Coruña culpan a la refinería cuando huele a azufre. Cada villa o cada ciudad buscan un gran culpable: una planta de tratamiento de basura, un polígono industrial o un puerto en el que se acumulan toneladas de carbón. ‘La contaminación atmosférica no es sólo responsabilidad de las grandes factorías, todos podemos ayudar’.

Una docena de urbes españo las, entre las que no está ninguna gallega, superan el límite anual permitido para la protección de salud que entrará en vigor el año que viene. Los que viven en las grandes ciudades lo saben bien; el aire que respiran no es deseable. Galicia se salva, en parte, gracias al clima; la lluvia y el viento son factores que contribuyen al bienestar atmosférico.

En tiempo real

Las estaciones de medición de la calidad del aire que dependen de la Consellería de Medio Ambiente permiten conocer la contaminación en tiempo real a través de la web. Cada ciudad cuenta con una instalación de estas características, que permite analizar los niveles de elementos químicos más perjudiciales y activar las alertas en caso de que se registren situaciones de riesgo para la salud.

Además de las instalaciones dependientes de la Xunta y los concellos, las empresas potencialmente contaminantes también disponen de estaciones de medición de su propiedad porque están obligadas a realizar sus propios controles; la térmica de Endesa en As Pontes, por ejem plo, emite el CO2 equivalente a dos millones y medio de coches. De las ochenta estaciones que vigilan la calidad del aire en Galicia 64 son industriales; a éstas hay que añadir las cuatro unidades móviles de la Consellería de Medio Ambiente que se desplazan por los concellos más pequeños para hacer mediciones.

El índice de la calidad del aire pondera los contaminantes medidos en las estaciones urbanas, como el dióxido de azufre, el de nitrógeno, óxidos de nitrógeno monóxido de carbono u ozono.

La red autonómica de estaciones ha incorporado nuevos sensores capaces de ofrecer información en tiempo real

El coste de una estación de vigilancia de la calidad del aire ronda los 200.000 euros, a los que hay que añadir los gastos correspondientes al mantenimiento y revisiones anuales. La Xunta ha renovado en los dos últimos años todas las instalaciones para dotarlas de nuevos sensores que permiten conocer datos en tiempo real; el gobierno autonómico realizó un esfuerzo especial en la estación viguesa, ubicada en la carretera de Ourense, cuya inversión superó los 300.000 euros.

La legislación comunitaria define los umbrales que no deben superarse para evitar, prevenir y reducir los efectos nocivos que la contaminación atmosférica pudiese provocar sobre la vegetación, los ecosistemas o la salud humana. La normativa establece controles más exigentes en poblaciones con más de 250.000 habitantes o con alta aglomeración de personas. En Galicia, como consecuencia de la dispersión poblacional, la ley obliga a controlar la calidad del aire en las siete grandes ciudades.

Además de las estaciones urbanas que conforman la Red Gallega de Vigilancia de la Calidad del Aire, cumpliendo con lo establecido en la ley 8/2002, las industriales se encargan de controlar las inmediaciones de las principales industrias. Los parámetros que se analizan habitualmente son los relacionados con la presencia de azufre, nitrógeno, partículas menores de 10 o 2,5 micras y ozono.

En ningún caso rebasaron los valores medios definidos por la legislación; sólo en ocasiones concretas. Las dos estaciones de vigilancia de A Coruña, por ejemplo, registraron en 2008 concentraciones que superaron en siete ocasiones el valor límite legal de óxido de nitrógeno, producido fundamentalmente por los motores diesel y los de mezcla. Los controles revelan, además, una excesiva presencia de partículas en suspensión (PM10); son sustancias sólidas o líquidas, orgánicas o inorgánicas, que pueden ser desde polvo hasta cenizas, hollín, polen, silicatos o metales pesados.

La vigilancia en Galicia se completa con los observatorios de contaminación de fondo que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) reparte por la geografía española. Las próximas que se incorporarán, en el mes de junio, serán las de Noia y O Saviñao.

Como alternativa, un equipo de la Universidad de Santiago ha desarrollado una técnica de bajo coste para analizar la contaminación del aire. Los investigadores utilizan musgo para analizar el nivel de dioxinas, metales pesados, plaguicida y otros contaminantes. Lo han probado en el casco urbano de Santa Cruz de Tenerife para estudiar la incidencia de una refinería de petróleo; colocaron fragmentos de musgo en cincuenta farolas, a unos tres metros de altura, en diferentes puntos de la ciudad.

Los resultados varían mucho dependiendo de la proximidad de viviendas o zonas arboladas, explica Alejo Carballeira, catedrático de Ecología y director del proyecto. Los musgos no tienen raíces, viven del aire, y permiten conocer mejor la incidencia de los elementos contaminantes.




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