Historia

El hombre que inventó Grecia

filipo_de_macedonia_result
photo_camera Busto de Filipo II de Macedonia.

Cuando Filipo II de Macedonia llegó al trono, en el año 360 antes de Cristo, la Hélade era un conjunto de ciudades-estado y su propio reino estaba considerado como una nación extranjera

Filipo era tuerto, se casó al menos seis veces, tuvo varios hijos, era probablemente bisexual y sobre todo un hombre con una ambición extrema. Quería ser el unificador de Grecia y el capitán de una expedición panhelénica contra el enemigo persa. Lo primero lo logró, lo segundo estaba en marcha cuando fue asesinado por un hombre de su guardia, quizá alentado por su esposa Olimpia, una mujer terrible, quizá a la única persona que temió el rey macedonio.

Cuando se convirtió en soberano, Macedonia era una vasta región en el Norte de Grecia que el resto de los helenos consideraba extranjera en parte porque había estado sometida como vasallaje al poder persa. Los macedonios hablaban una variedad del griego “estándar”, tenían las mismas costumbres que el resto de sus paisanos y además los mismos dioses. Incluso el Monte Olimpo, la cima más importante de la península y supuesto hogar de Zeus y su familia, se encuentra en Macedonia. Pero ningún macedonio había formado parte de la mítica expedición a Troya, y en cambio sí ciudadanos de Argos, Atenas o Tebas, y eso los dejaba fuera del mundo mítico helénico.

Pero Filipo comprendió que no tenía otra opción que hacer de Macedonia otra región griega más para convertirse en dominadora. Y para ello tomó tres decisiones. La primera, interna, comenzando la construcción de templos y edificios de estilo ateniense. En segundo lugar, asumiendo como lengua franca la que se hablaba en el Ática. Y en tercer lugar, creando un poderoso ejército para ser tomado en consideración. La prueba de su éxito fue que Macedonia accedió a los Juegos Olímpicos, reservado sólo para los helenos, lo que suponía su plena aceptación.

En una olimpiada logró Filipo una corona de olivo –era el premio que se concedía- y en agradecimiento a los dioses erigió un edificio en el recinto olímpico. Y su mujer, natural de Epiro y que se llamaba hasta ese momento Políxena, se cambió en su honor el nombre a Olimpia. Los siguientes pasos fueron en la misma dirección: con un poderoso ejército detrás, se dirigió al corazón de la Hélade a exponer por las buenas –y dispuesto a hacerlo por las malas- sus razones, que no eran otras que su designación como líder de una coalición que iría a Persia a luchar contra el Gran Rey y zanjar de una vez la contienda con el enemigo secular.

 Lo logró tras derrotar a una coalición de Atenas y Tebas (en Queronea, donde Alejandro destacó a los 18 años capitaneando la caballería), siendo nombrado por las ciudades reunidas en la Liga de Corinto como Hegemón Panhelenico, un nuevo Agamenon, consiguiendo que el ejército macedonio fuera ampliado con fuerzas de otras regiones griegas. No pudo disfrutar del triunfo: llegaría su asesinato a los 46 años y el ascenso al poder de su hijo,  Alejandro, quien confirmó todo lo hecho por su padre y puso en marcha la expedición tras confirmar los cargos de Filipo como rey y líder de todos los griegos. 

El último servicio de Filipo II a la creación de Grecia fue fundar la ciudad de Tesalónica, hoy capital de la región griega de Macedonia (la histórica, no confundir con el país eslavo que ha usurpado el nombre) en honor a su hija del mismo nombre, que luego se casaría con el malvado Casandro, quien mataría a Olimpia, a la viuda de Alejandro, Roxana, y al hijo de ambos, también llamado Alejandro.

Te puede interesar