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Agua de Cabreiroá y más cosas de Verín

El hotel balneario de Cabreiroá en la actualidad.
photo_camera El hotel balneario de Cabreiroá en la actualidad.

Esa canción que cada vez que pasábamos por la villa entonábamos: Verín de Verín / aguas minerales / Verín de Verín/ frontera con Chaves… se nos vino a la memoria en una fugaz visita a las aguas de Cabreiroá, cerca de donde un castillo medieval, el de Capraria o Cabreiroá, defendía, juntamente con otros varios, de las incursiones lusas a raíz de la creación de Portugal al independizarse del Reyno de León, con una frontera que sufría muchas alteraciones, nos dio para conocer cómo se aprovechan esas aguas brotadas en lo que fue hotel balneario y su circundante bosque. Un balneario de tan exhuberante y esplendoroso a principios del XX, que incluso llegarían a tener sus aguas el aval de Ramón y Cajal. La dirección de las aguas medicinales, la fábrica de envasado establecida en el seno del bosque donde se halla el manantial cubierto, que gaseado de modo natural brota en una fuente cubierta por una cúpula con frescos que aún se conservan. Allí le han erigido un broncíneo monumento a nuestro Nóbel de Medicina, como al entrar en la factoría vemos cuando acompañados por el personal directivo, con el que quedamos para una visita a la factoría de envasado de la que pasma la sincronía y donde no se para en el llenado de botellas más que dos días a la semana en un ambiente que nos pareció laborioso y distendido, por lo que si apariencias mandan, éste debería ser el comportamiento para con sus trabajadores de muchas empresas. La planta de envasado pasó por muchas manos, incluso de empresas de más allá de la frontera; de las últimas, el grupo P. Rumbao, y ahora la de Hijos de Rivera, la que detenta la marca cervecera Estrella Galicia. Nos señalan que no menos de 50 camiones tráiler salen diariamente para distintos mercados, y a nuestra pregunta de por qué no se rehabilita el hotel, nos dijeron que no menos de 40 millones costaría la obra del modernista edificio, de imposible rentabilización ni que varios siglos su explotación durase, por lo que se limitan a su mantenimiento como emblemático hotel balneario, con un parque o bosque de público acceso, de formidables frondosas y resinosas que un solo jardinero mantiene, para dar más que personalidad, referente. a unas aguas, como la “magma Cabreiroá”, que brota de manantial a 140 metros de profundidad.

Por acá recuerda uno algún campeonato de tenis cuando varios aficionados a este deporte habían construido una pista por cuenta propia y autorización de la empresa; eran éstos los inolvidables Joaquín Glez. Fuentes (Kakis), Antonio D. Viguera, Adolfo Taboada y Carlos Moreno con los que de intercambio cuando Luis Ruiz, que como representante de la farmacéutica Sandoz trataba al Dr. Gildo, hermano de Kakis. Fue un encuentro de tal fortuna que amistad trabaría con los antedichos. El amigo Kakis, colega y amigo de tantos años, andaba preparando un libro sobre os fuxidos de la comarca cuando había editado otro: “Verín y mi tiempo”, que se había presentado en el aula municipal de cultura. Kakis amaba su natal solar tanto que en su jubilación la prefirió a la provincial capital como destino o residencia, juntamente con su inseparable Chus.

El Verín de las aguas de Cabreiroá, de Sousas, de un soberbio castillo, el de Monterrei, de varios demolidos y de los que casi no huellas, de un por allí somero Támega, de la Eurociudad juntamente con Chaves, invitaba a mis acompañantes, inconscientemente, a tratarla de ciudad, título que por habitantes también correspondería a Carballiño y O Barco. Este tratamiento de ciudad se antoja un tanto caprichoso o eso íbamos pensando caminando por sus rúas, mascarilla en mano más que en ristre, cuando un educado policía de la urbana guardia más nos invitó a ponérnosla que nos conminó, cuando de cierto desconcierto por lo que nos pareció que en públicos lugares su uso no impositivo; acaso fuese la distancia inter nos, que no era la correcta, la que le obligó a la advertencia.

Un paseo nos dejó patente que urbanísticamente Verín gozaba de buena salud por sus restauradas casas, su límpido río aunque de riberas amuradas, su pavimento de losas bien prendidas y mucha vida en su hospital comarcal, y tanta cuanta palpamos aun cuando le atribuyan, como a tantas, eso manido, de villa muerta. Entramos para saborear un pulpo, en la casa do Pulpo, cuando sentados a más maderera mesa y duros bancos pedimos, por aquello de los recuerdos de niñez, además del pulpo, un par de huevos con patatas fritas, y encima con chorizo, contundente plato que nos retrotrajo a aquella edad de la inocencia en la que competíamos para sisarle las fritas patatas a cualesquiera descuidado hermano, nada menos que 15, que nos zampábamos el plato en una palestra, por luenga y rectangular mesa tenida.

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