Luis, el solitario que murió solo en Monterrei

photo_camera Testimonios de los vecinos. (Fotos: Óscar Pinal).
José Luis Novoa murió con 75 años en su casa de San Cristovo (Monterrei). Tras medio año lo echaron en falta. En un pueblo de 90 habitantes. Allí preguntaban por él, pero nadie sabía nada

Más de medio año. Son más de 180 días. Seis meses en los que nadie vio a José Luis Novoa (75 años), un vecino de San Cristovo (Monterrei) muy solitario. Todo ese tiempo estuvo en el mismo lugar: tirado en el suelo de su casa, muerto. Sólo. Seis meses en los que ni la familia ni los vecinos llamaron a su puerta. Ni a la Guardia Civil. 

Así fue el final de “Luisiño”, como lo llamaban en el pueblo. Un final triste que evidencia la soledad del rural ourensano. Luis vivió en Barcelona, donde trabajó en una fábrica de coches hasta que volvió a Monterrei. Fue testigo de Jehová media vida. No tenía teléfono móvil. Acostumbraba a ir andando a Verín -a 15 kilómetros- de noche. Saludaba, a veces. No daba pie a conversación. Buena persona. Nunca se casó ni tuvo hijos. Cuidó a sus padres cuando enfermaron y tenía cuatro hermanos: una ya falleció, otro -que está enfermo- vive en la casa colindante de Luisiño, los demás en Barcelona. Su familia no le debió felicitar la Navidad, los vecinos tampoco. 

Su cuerpo se encuentra en el Hospital de Verín y según sus familiares, tardarán unos diez días en dar los resultados que muestren las causas de su muerte. Mientras, en San Cristovo no se habla de otra cosa. “Nós aquí levabamos meses falando do Luisiño, porque era moi raro que non o viramos. Había temporadas que marchaba, pero nunca tanto tempo, por iso falamos coa familia para que se preocuparan por el”, cuenta Josefa Barreiro, una vecina que no da crédito de lo sucedido. 

Un pueblo con 90 personas

Y es que Luis Novoa echaba temporadas en Ourense, Verín o Xinzo. Algo que hizo que nadie lo echara en falta durante unos meses. Después los testigos de Jehová comenzaron a ir al pueblo a preguntar por él. Nadie sabía nada. “A ver se lle foi pasar algo camiñando”, “imaxínate que caeu para un terraplén baixando a Verín de noite” o “puido saírlle calquera animal e que pasara algo” era lo que comentaban en San Cristovo los mayores mientras mataban el tiempo en los bancos del pueblo. “Aquí botámolo de menos dende que empezou a faltar”, contaba ayer Marina Gómez mientras recogía leña junto a su marido, Emilio Lamas.

Él asegura que tiene contada la gente que vive a diario en San Cristovo: 90 personas. “Chegamos a ser unhas 500 persoas”, lamenta sobre la falta de relevo generacional en un lugar que vivió del campo y la emigración. Aunque allí aún hay cinco o seis niños, “xa é unha sorte”, apuntan los vecinos. Y entre estas decenas de personas, los que interactúan entre si, se encontraba Luisiño. 

“Era unha persoa moi peculiar, nunca tivo relación coa familia nin co pobo, non sei porque… Parecía que tiña medo, escapaba da xente, non o entendo… Xa non sei se por vergoña, se por algún problema”, relata José Benito Firvida, primo del fallecido. Firvida acompañó a la Guardia Civil el miércoles a la casa de Luis y sospecha, por como estaba el lugar, que pudo fallecer mientras movía una bombona de butano. “Non sei se caeu ou que, pero estaba ao carón dunha bombona”, dice. Por el momento, la investigación está en curso. 

¿Cómo es posible que tuvieran que pasar más de seis meses para que alguien denunciara la desaparición de Luis? “Non entendemos como a familia puido esperar tanto, nós diciámoslle que era raro, pero eles dicían que estaba en Verín… Non tiñan nin idea e tampouco lles importaba”, lamentan los vecinos, quienes ya no volverán a ver a Luisiño, un hombre solitario que murió sólo. ¿Es el precio de la soledad? 

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