Manuel Faúndez Baranda tiene un programa de televisión y es el más famoso de los nueve españoles que residen en ese país

El 'arguiñano' georgiano español vive hoy su quinta guerra

Manuel Faúndez Baranda, el 'arguiñano' de la televisión georgiana y sin duda el más famoso de los nueve españoles que residen permanentemente en Georgia, vive ahora su quinta guerra, convencido de que 'no hay nada mejor que la paz'. Sus padres residen en su ciudad natal, Bilbao, a donde regresaron tras la caída de la URSS y el comienzo de las violentas conmociones en Georgia. El se quedó en la suya, Tiflis.
Una vez, un periodista de la televisión local, invitado a cenar a casa de Manuel, le propuso hacer un programa de cocina en la tele, y él, quizás por las copas bebidas, aceptó la idea. Unos meses después la imagen sonriente de Manuel, vestido de blanco y con una mezcla de boina y gorro de cocina de color rojo sobre la cabeza, aparecía en carteles, vehículos y envases de alimentos.

Cuando le preguntan si se siente español o georgiano, dice no tener respuesta. A su juicio 'la respuesta ha de ser similar a cuando me preguntan en qué idioma pienso. Pues a veces en georgiano y otras en castellano', sonríe. 'Eres un georgiano español', le dice su esposa, Ninó Mikeladze, descendiente de la alta aristocracia georgiana que habla y canta en castellano mejor que muchos españoles y con la que tiene dos hijas, María y Mercedes.

Nacido gracias o por culpa de la guerra civil española, a la que sus padres deben el haberse conocido en Georgia, Manuel vive hoy con tristeza su quinta guerra. Su bautizo bélico fue en Nicaragua, donde trabajó en el Ministerio de Educación, las otras cuatro, por desgracia, en su tierra natal, Georgia.

Durante la tercera contienda, en 1992, cuando el centro de Tiflis fue escenario de enconados combates que terminaron con la fuga del presidente Zviads Gamsajurdia, derrocado por una sublevación popular, su casa quedó destruida por la artillería. Dos años después, en Abjasia, trabajó con 'Médicos sin fronteras' y pudo ver los horrores de la guerra 'en los ojos del soldado y del niño heridos'.

'Pero jamás he sentido lo mismo que ahora', porque 'el peor de los miedos es el que nace de la impotencia de poder hacer algo, de sentir la impunidad del ofensor', explica.

Las autoridades georgianas compensaron a Manuel el apartamento perdido en la guerra con un piso otra vez en pleno centro, situado justo entre la casa donde vivía el presidente Mijaíl Saakashvili, y la sede del Parlamento.

'Durante dos noches nos despertaban los estallidos de las bombas, relata, y a la tercera nos fuimos a la casa de unos familiares, de la hermana de mi mujer', resume así lo sufrido durante estos últimos días. En estas jornadas 'me he convencido que no hay nada mejor que la paz', confiesa.

Manuel ni hablar quiere sobre quién empezó primero el conflicto y quién es más culpable y confiesa que detesta 'todos los nacionalismos y más aún los agresivos'. Sigue sin olvidar cómo unos jóvenes nacionalistas georgianos agredieron a su padre anciano en 1992, gritándole que se fuera de Georgia.

También recuerda cómo, en 1994, en Abjasia los ganadores de la guerra jugaban al fútbol con las cabezas de georgianos decapitados, y a los niños, mujeres y ancianos de los poblados georgianos de Osetia del Sur heridos en los bombardeos desde Tsjinvali. 'En cada rebaño hay ovejas negras', resume.

Pero lo que no puede entender son 'las acciones agresivas de Rusia', que para él 'no tienen justificación posible'. Además, insiste en que 'Georgia está en Europa y Europa debe estar presente en Georgia'. 'Si Europa sigue haciendo la vista gorda, Georgia seguirá sufriendo, al menos, las permanentes presiones de Rusia', afirma.

Y también 'quisiera que los españoles en Georgia sintiéramos la preocupación de España por nosotros'. Por último, expresó el deseo de que España abra al fin una embajada en un 'país tan interesante y estratégico como Georgia que, a propósito, sí tiene embajada en Madrid'.

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