DRAMA MIGRATORIO

El nuevo Jungle virus llega a tu iPhone

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photo_camera Dos niños en bicicleta en Calais mientras las estructuras en las que vivían se queman.

¿En qué te podrías convertir tú si no te quedara más remedio que dejar tu país, tu hogar, todo lo que has conocido, huyendo de la barbarie, sin saber muy bien adónde vas?

No son terroristas.

Pero podrían llegar a serlo.

¿En qué te convertirías si después de todas las penalidades, que has vivido, que has visto, que te han desgarrado las entrañas, te encontraras con un trato inhumano, un futuro incierto, un presente desesperanzador? ¿Cómo te sentirías si te metieran en un autobús con los asientos recubiertos de plástico (no los vayas a estropear) sin tener muy claro adónde vas? Pero tú… ¿Tú qué harías? ¿Hacerte un selfie y colgarlo en las redes?

Hace unos días comenzó el desmantelamiento del campo de refugiados de Calais, donde ha llegado a haber una población de 10.000 personas. Un desmantelamiento que las autoridades francesas llevaban meses planeando; a pesar de eso, se ha realizado de manera caótica según las ONG’s presentes en el terreno. En la mañana del viernes todavía quedaba un número significativo de menores que se había visto obligado a pernoctar las dos últimas noches en los restos fantasmales de lo que hasta poco era La Jungla de Calais. El juez rechazó la petición formal de las ONG’S para retrasar el desmantelamiento, en la que alegaban que los centros de acogida todavía no estaban preparados para recibir la avalancha de gente. La desestimó.

Yo he estado en La Jungla. Fue este verano. Necesitaba ver con mis propios ojos lo que allí estaba pasando. Y lo que vi, me sorprendió. La Jungla tenía ya entidad propia de pequeño país donde la vida se abría paso entre las ratas muertas, el barro, la desolación. En un paisaje de película apocalíptica, junto a una siniestra planta química y la carretera por la que los camiones se dirigen a la terminal de ferries que conducen a Inglaterra, florecían esos detalles que te reconcilian con el ser humano: una escuela llena de chicos que quieren aprender, una calle principal con pequeños negocios y olor a especias donde la gente intentaba recuperar la normalidad dentro de lo anormal que es vivir en un campo de refugiados, macetas con flores en la entrada de la mezquita, una iglesia, niños jugando al balón, sonrisas… La Jungla era un sitio de mierda, pero era SU sitio de mierda, donde las ONG’S estaban haciendo un trabajo brillante, cargando sobre sus espaldas responsabilidades que debieran cargar hombros diferentes, hombros en despachos. Tenía su infraestructura, su rutina, su distribución de alimentos y de ayuda establecidas, sus clases… Tenía vida y vi a más de un chico llegar de nuevas y sonreír aliviado al recibir su tienda de campaña y su saco de dormir. Qué debes dejar detrás cuando llegar a un sitio así te hace sonreír…

Ahora toda esta gente tiene que empezar de nuevo. Tienen que seguir levantándose por la mañana sin saber qué es lo que te va a deparar el día. Y tú preocupado porque se te ha resquebrajado la pantalla del iPhone. Ojalá estén bien en los nuevos centros de acogida. Ojalá tengan una oportunidad.

10.000 personas. Seguro que entre tanta gente también hay malas personas. Claro. Son muchas personas. Pero la mayoría de las personas que yo he visto, que he conocido, son gente normal, que afortunadamente lo único que no han perdido es la sonrisa. Puedes colgar en tu Facebook que hay más gente buena que mala (en el mundo, en general). Chicos que hablan inglés mejor que tú y que yo. Chavales con una capacidad de liderazgo que ya querría mucha gente. 10.000

personas y estamos hablando sólo de Calais. Y siguen llegando. El mar donde disfrutas tus vacaciones sigue llenándose de cadáveres. A muchos parece que todavía no les importa. Pues bien, no son terroristas, pero pueden llegar a serlo… Son personas y están aquí, entre nosotros. En nuestras manos está ayudarles a integrarse, a conseguir que con este momento histórico que estamos viviendo ganemos todos. Aprovechar todo ese potencial que traen, es gente joven en su mayoría, con ganas de trabajar, con ganas de salir adelante, con ganas de vivir… simplemente vivir. Ya se está muriendo la generación de nuestros abuelos, aquellos que un día también supieron lo que es ser refugiados en Francia. Se mueren y parece que se nos olvida la historia. No importa de qué color es tu familia… Yo tuve un abuelo en cada bando y me da igual… Eran personas, como los refugiados. Eran las mismas filas de gente con hambre y miedo caminando sin saber hacia dónde. Son personas, como tú y como yo. Personas con una capacidad de resistencia inhumana, pero también con un límite. ¿Cuál sería tu límite? ¿Hasta dónde dejarías que te humillaran? ¿Sentirías necesidad de venganza?

Ahí lo dejo. Mi consejo: abre los ojos y mira por ti mismo. No tienes excusa para conocer la realidad de primera mano. Yo viajé a Calais, tengo dos niños pequeños y vivo en Estados Unidos. Allí había voluntarios venidos de todas partes del mundo. Y si no quieres implicarte tanto, basta con pequeños gestos. Infórmate bien sobre lo que está pasando y mira a los ojos. La próxima vez que te cruces con un refugiado, deja de mirar la pantalla de tu teléfono, tómate un segundo para mirarle a los ojos y sonríe. Verás lo que ocurre después.

No son terroristas.

No quieren ser terroristas.

Pero es responsabilidad de todos que no lleguen a serlo. Porque mires a otro lado no van a desaparecer. Están aquí y son personas. Un día se te van a colar todos de golpe por la pantalla de tu móvil, el Jungle virus va a llegar a tu iPhone, a tu vida, y a lo mejor, va a ser demasiado tarde…

*Ahora que los refugiados están dispersos por toda Francia, las ONG’s necesitan más voluntarios que nunca para hacer llegar la ayuda. La ONG con la que yo colaboré se llama care4calais, en su web aparecen diferentes formas sobre cómo colaborar, también se pueden donar fondos para comida, ropa y packs de higiene. www.care4calais.org

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