La presidenta brasileña huye de los actos públicos

Dilma Rousseff cumplió ayer una semana en el poder y desde su investidura, el 1 de enero, no fue vista en público ni ha hecho declaraciones, en un estilo de gobernar que en nada recuerda a su carismático y omnipresente antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva.
El silencio de Rousseff con la prensa va incluso más allá de esta semana, pues la última vez que hizo declaraciones a periodistas fue en Seúl, a inicios de noviembre pasado, cuando acompañó a Lula a la cumbre del G-20 en su condición de presidenta electa de Brasil.

Tras la ceremonia de investidura, que fue al mismo tiempo despedida a Lula y bienvenida a Rousseff, la nueva presidenta ha hecho gala de una enorme discreción en el ejercicio del poder y también impuso un intenso ritmo de trabajo, propio de su carácter más tecnócrata que político. Pese a su distancia de los flashes, ya adoptó algunas medidas de calado en lo financiero y prepara otras para reducir la presencia del Estado en la actividad económica.

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