crónica

Rohinyás escapan del horror para enfrentarse a la incertidumbre en Bangladesh

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photo_camera Dos hombres musulmanes de la minoría rohinyá llevan a una mujer mayor en Telnaf, al entrar en Banglasedh, hoy, 4 de septiembre de 2017.

Prácticamente todos relatan las mismas escenas de terror: militares llegando a un pueblo, disparando indiscriminadamente contra civiles sin importar si son menores o mayores e incendiando casas

Cuando alcanzan la frontera con Bangladesh algunos rohinyás miran al cielo agradecidos por dejar atrás las escenas de horror, otros no tienen fuerzas ni para eso, pero todos se enfrentan a la incertidumbre más absoluta de una vida que han logrado salvar, pero no saben cómo continuará.

Prácticamente todos relatan las mismas escenas de terror: militares llegando a un pueblo, disparando indiscriminadamente contra civiles sin importar si son menores o mayores e incendiando casas y pueblos enteros en Rakhine, estado del noroeste de Birmania en el que se calcula que hay más de un millón de rohinyás.

Incontables familias han quedado rotas en huidas repentinas hacia la frontera de Bangladesh, hoy ya convertido en santuario para al menos 87.000 miembros de una comunidad que sólo busca una noche de paz tras días de violencia en Rakhine, donde el Ejército birmano lleva a cabo una nueva campaña militar tras un ataque insurgente el pasado día 25.

Nur Ahmed, de 45 años, narra a Efe cómo los militares llegaron a Mandama We, un pueblo de unos 150 habitantes, y prendieron fuego a cada vivienda.

"Todos salimos de la casa. Ellos (los militares) le dispararon a mi hijo y lo mataron, solo tenía doce años", cuenta este miembro de una minoría musulmana castigada y apátrida a la que Birmania niega la ciudadanía y Bangladesh considera foránea.

Ahmed no pudo siquiera recuperar el cuerpo de su hijo porque era demasiado arriesgado.

Tras el tiroteo la suya y otras dos familias, doce personas en total, se refugiaron en una mezquita y, desde entonces, han ido saltando de pueblo en pueblo en su huida del Ejército, hasta que anoche llegaron a Bangladesh.


"Hoy tenemos un lugar donde poner nuestra tienda", dice Ahmed, aliviado.

Con una herida de bala en la pierna, Jahir Ahmed, de 35 años, recuerda a Efe cómo fue alcanzado por un disparo de un grupo de militares cuando huía de su pueblo en Khamir Dhil.

Su hermano le arrastró hasta un hospital, pero cuando escuchó que los militares podían atacar incluso el centro de salud salió huyendo aún sin sanar.

"Escapé y caminé durante tres días con la pierna herida. Llegué el sábado y los médicos en un campo me curaron la herida", afirma.

Una vez cuidado del problema físico, el dolor del alma crece día a día porque no sabe dónde está su familia.

Para algunos como Abul Kashem, de 58 años, esta no es la primera vez que han tenido que salir huyendo. En 1991 se refugió en Bangladesh por otra acción militar en Rakhine.

"Pero las atrocidades del Ejército son mucho más grandes ahora (...) Están quemando las casas de manera aleatoria", asegura.

Al menos 32 rohinyás han sido tratados en el Hospital Clínico de Chittagong (sureste), el segundo más grande de Bangladesh y donde apenas tienen sitio para atender a los recién llegados.

Allí, Moulavi Shakil, de 45 años y originario del distrito de Maungdaw, cerca de la frontera, relata a Efe que el viernes 26 de agosto, los militares se presentaron en su casa y le prendieron fuego.

"Cuando huía me dispararon, me dieron en la mano derecha, pero pude llegar hasta Bangladesh en un bote junto a otros", detalla.

Indica que con la ayuda de un familiar ha podido llegar al hospital, pero llorando asegura que lo único que sabe del resto de su familia es que, según un pariente, el Ejército mató a su hijo mayor.

Abu Bakar Siddique, de 24 años y también de Maungdaw, rememora un viernes en el que decenas de militares entraron en la aldea y prendieron fuego a todas las viviendas.

En su caso, le dispararon en la pierna y salió huyendo hacia Bangladesh dejando atrás a sus padres.


"No sé que ha pasado con ellos", añade. 

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