Los sueños rotos de Tahrir

photo_camera Un simpatizante del presidente egipcio Abdelfatah al Sisi cerca de un soldado enmascarado.

Cinco años han pasado desde que la revolución de la plaza de Tahrir se cobrara el mandato del dictador Hosni Mubarak. Hoy, ese sueño se ha convertido en frustración.

Durante los días que duraron las protestas que en 2011 forzaron la caída del presidente Hosni Mubarak, el joven egipcio Mohamed Ezzat pensaba que contaría con orgullo a sus nietos que él estuvo allí, contribuyendo a hacer de Egipto un país mejor.

Sin embargo, cinco años después, como muchos otros egipcios, contempla con frustración todos los sueños nacidos de la revolución fraguada en la plaza cairota de Tahrir.

"Con mis amigos hablábamos de que cuando fuéramos viejos, contaríamos a nuestros nietos que estuvimos en Tahrir, pero ahora no sé que les debería contar, de hecho no sé si algún día les hablaré de ello, porque dudo si esta historia es algo de lo que uno debe enorgullecerse o avergonzarse", asegura a Efe Ezzat.

Licenciado en derecho y especializado en mercadotecnia, la inestabilidad económica que siguió a las protestas, junto al sentimiento de impotencia y frustración, llevaron a Ezzat a emigrar a Emiratos Árabes Unidos en busca de una nueva vida.

"No es una huida solo buscando dinero, es una huida de una realidad en la que no se puede vivir. Nos convertimos en extraños en nuestro propio país", dice este joven treintañero que espera mejorar su situación en Emiratos para poder reunir pronto allí a su mujer y su hija.

Hala Mustafa, coordinadora de la iniciativa "Shuft Taharrush" para la lucha contra el acoso sufrido por la mujer, lamenta que todas las expectativas nacidas aquellos días de enero se desvanecieron.

"Estábamos llenos de esperanza, teníamos grandes expectativas. En cuanto a las mujeres, que se iba a trabajar por la igualdad, pero la situación ahora es peor que con Mubarak", declara a Efe.

Para Mustafa, la situación de las mujeres en Egipto "ha tocado fondo. El acoso ha llegado al extremo. Tanto el Ejército, como los Hermanos Musulmanes y el régimen de Abdelfatah al Sisi han empleado el acoso como una herramienta para atemorizar a las mujeres, para evitar que salieran a las calles a exigir sus derechos".

"Los derechos de las mujeres no son una prioridad, no están en la agenda ni política ni social", dice la activista, para quien la presencia de diputadas en el recién electo Parlamento tampoco se puede considerar una victoria debido a que "como la mayoría de los diputados están en esos puestos porque lo han permitido la fuerzas de seguridad".

Para el profesor universitario y director de teatro Hany al Metenawy, "en Egipto no hay libertad en el ámbito del arte", ni tampoco en la Universidad.

Al Metenawy considera que si "la revolución hubiera triunfado, no existiría el término arte independiente, todo el arte sería independiente y libre".

"No existiría la censura o la supervisión del Gobierno de todo trabajo artístico. Nuestro camino es liberar el arte", concluye antes de denunciar que tras la revolución "se cerraron teatros gubernamentales y ahora espacios independientes".

Sobre su trabajo en la universidad, donde es profesor en la Facultad de Educación Física, sostiene que las normas y los equipos directivos son impuestos y "los sistemas educativos no educan de verdad".

No obstante, considera que los cambios nacidos en Tahrir no se han roto, sino que simplemente "se han aplazado".

El joven camarógrafo Mohamed Effat no solo participó en los levantamientos "con la esperanza de que Egipto podía convertirse en un Estado de derecho en el que todo el mundo fuera igual ante la ley", sino que también decidió trabajar como periodista para contar lo que estaba ocurriendo.

Sin embargo, en 2013, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente Mohamed Mursi, sintió que la situación se había vuelto demasiado complicada para trabajar y que la libertad de prensa tomaba unos derroteros muy diferentes a los que él esperaba, por lo que decidió aparcar el periodismo.

"En 2011 y 2012 era muy peligroso trabajar, pero al menos había más espacio para expresarse y más temas que los periodistas podían tocar. Ahora hay demasiadas líneas rojas", lamenta Effat, que fue detenido en dos ocasiones.

La directora de cine Amal Ramsis, por su parte, aunque reconoce que el país no cambió como en Tahrir soñaron que se podía, se resiste a caer en la desesperanza.

"Cuando estábamos en la calle pensábamos que era posible (...) Luego vuelves a la realidad, aunque sea más desesperante, ves que para todo hace falta tiempo", cuenta a Efe antes de lamentar que faltó en esos días el nacimiento de un liderazgo político.

Esa falta de un "movimiento político organizado" subraya, dejó al pueblo "atrapado entre los militares y los Hermanos Musulmanes", que ganaron las elecciones parlamentarias y presidenciales en 2012.

No obstante, más allá de los sueños rotos, Ramsis cree que en enero de 2011 "la gente se despertó".

"Hoy es 25 de enero y estamos en casa, pero no como antes de 2011. Ahora estamos más concienciados", concluye.

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