La falta de un líder carismático que aglutine a la amalgama de grupos rebeldes dificulta la formación del nuevo gobierno

Con la victoria, la incertidumbre se cierne sobre la transición en Libia

Un rebelde libio exhibe la gorra, el bastón de mando y un collar de Gadafi tras ocupar el palacio presidencial. (Foto: MARCO SALUSTRO)
Con el líder libio Muamar el Gadafi en paradero desconocido y los estados del mundo prestos a reconocer y colaborar con el gobierno rebelde, el recuerdo de los errores cometidos en la transición iraquí sobrevuela como una amenazante sombra el incierto futuro de Libia.
Tras meses de duros y cruentos combates, salpicados de continuos avances y retrocesos, las tropas insurrectas alcanzaron este fin de semana la capital libia, y dicen controlar ya un noventa y cinco por ciento del país. Solo resisten algunas bolsas de leales en Trípoli, pequeñas localidades del oeste, y Sirte, la ciudad natal del líder libio, cuyo paradero y destino es hasta el momento un misterio.

Con la anhelada victoria al alcance de la mano, parece inevitable trazar un paralelismo con la caída en 2003 del presidente iraquí, Sadam Husein, quien igualmente estuvo desaparecido durante meses mientras su régimen se desmoronaba. Según explicó Pieter Wezeman, experto del Instituto Internacional para Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo, uno de los Think Tank más importantes del mundo, el principal enemigo de los insurgentes, al igual que en Iraq, son ahora ellos mismos y su ecléctica urdimbre, integrada por tribus rebeldes diversas, con un alto grado de orgullo regional y rivalidad.


AMALGAMA OPOSITORA

Hasta la fecha, el grueso de las operaciones y de la actividad diplomática ha estado centralizado en Bengasi, capital de la provincia Cirenáica, y feudo, sobre todo, de los grupos tribales del este del país. Sin embargo, los combates también son cruentos y esenciales en la amplia provincia occidental de la Tripolitania, cuyas tribus exigirán su pedazo del pastel una vez que el régimen de desplome definitivamente.

Integrada por una amalgama de nómadas, tribus, socialistas y nacionalistas árabes, islamistas moderados y radicales, fuerzas laicas, tecnócratas y hombres de negocios, la oposición carece de un líder carismático. 'Todos los grupos han tenido acceso a los grandes arsenales de armas del régimen', explicó Wezeman.

'Es muy importante que tan pronto como la situación lo permita, se inicie un proceso de desmovilización y desarme para impedir tanto un estallido de la violencia armada en el interior del país' como ocurrió en Iraq, explicó. Lastrado por la errónea decisión de desmantelar el Ejército y destruir por completo el partido árabe socialista 'Baaz', Iraq se sumió en un vacío de poder que a la postre le abocó a una guerra civil cuya coletazos aún sacuden su esperanza democrática.

Casi una década después, Iraq ha recuperado su producción de petróleo, pero es aún un estado débil e inestable, sacudido aún por la violencia.

El domingo, en medio de su discurso de la victoria, el propio líder del Consejo Nacional de Transición (CNT) libia, Mustafa Abduljalil, pareció ser consciente de esos peligros al amenazar con dimitir si la oposición no se ajusta a su estrategia. Abduljalil, que fue ministro de Justicia en el Gobierno de Gadafi antes de desertar y ponerse al frente de la oposición, también ha instado a los insurrectos a contenerse, actuar con sensatez y evitar las venganzas.

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