Ourense no tempo | "Crónica negra de accidentes"

Ourense no tempo
photo_camera Ourense no tempo

Pódcast

La entrega de esta jornada de Ourense no tempo ahora también en formato pódcast.

Ourense no tempo

No me gusta fomentar el morbo de las historias truculentas, pero me recuerdan con frecuencia que olvidarlas, como la historia, es estar condenado a repetirlas. Dentro de la serie de la crónica negra ourensana, hoy le toca el turno a dos casos de los que se encuadran en los llamados “accidentes”, y si bien se supone que en estos no existe intencionalidad, al menos negligencia… Bueno, si acaso el primero es más imprevisible y tal vez por eso resultó más doloroso.

Muerte de un ciclista

No sé si nuestros mayores recuerdan que el 9 de agosto del 1955 fallecía en las cercanías de nuestra ciudad quien se estaba confirmando como una figura del ciclismo internacional: “El caminante solitario”. Os hablo del ciclista mallorquín Francisco Alomar Florit (nacido en 1928), quien había dado el salto a la profesionalidad en el año 1951, y ya contaba en su palmarés con la medalla de bronce de los Campeonatos de España en ruta (años 53 y 54), premio de la montaña y un segundo puesto en la etapa Mónaco-Marsella del Tour de Francia (1955).

Francisco Alomar Florit (foto de sitiodeciclismo.net) y el monolito de Cudeiro en su honor (foto Javier Torres).
Francisco Alomar Florit (foto de sitiodeciclismo.net) y el monolito de Cudeiro en su honor (foto Javier Torres).

En esos días estaba compitiendo con su equipo, el Peña Solera-Cacaolat, en la vuelta ciclista a Galicia. Desconozco las causas, pero el equipo decidió abandonar la carrera al finalizar la etapa de Noia. En ese momento, la mayoría de los corredores (Alomar, Vidaurreta, Segú, Corrales y Massip) emprendieron el regreso por carretera en un vehículo del club y Bahamontes, el sexto integrante del plantel, se dirigió a Vigo para coger un avión hasta Madrid.

Con la intención de mantener la forma, los deportistas decidieron realizar algún tramo del recorrido en bicicleta, y uno de esos tramos fue desafortunadamente el de Cudeiro donde ocurrió la tragedia. Los datos del siniestro son muy confusos, pero todo hace pensar que el bidón de agua que portaba Alomar en su bicicleta, unido a una de las peligrosas curvas que tenía esa carretera, fueron los responsables de la caída. En el momento del accidente, Alomar circulaba en última posición del grupo, por lo cual ninguno de ellos pudo ver la caída, el ruido producido fue el que hizo que sus compañeros se dieran cuenta del suceso.

A pesar de los cuidados dispensados por los doctores García del Villar y Guitián, no se pudo hacer nada por salvarle la vida (el primer diagnóstico lo había realizado en la casa de socorro el doctor Novoa Valencia, ordenando su traslado urgente al hospital).

La noticia dejó muy afectado al pelotón que seguía disputando la Vuelta a Galicia. Trobat, amigo y compañero de equipo de Alomar, sufrió un ataque de nervios al enterarse del fallecimiento, y Bahamontes, para digerir al mal trago, decidió venir en bicicleta desde Vigo a Ourense. Hoy en día, en Sineu, pueblo natal de Alomar, han erigido una estatua en su honor, y en la carretera de Cudeiro tenéis el hito que se ve en la fotografía.

Accidente en la avenida de Francia (Ervedelo)

Dentro de la crónica negra ourensana existen varios episodios relacionados con la construcción, pero sin lugar a dudas el más trágico por número de víctimas mortales fue el ocurrido en la avenida de Francia en 1935 (calle de Ervedelo).

El mes de diciembre de 1935 fue especialmente lluvioso, registrándose inundaciones y desgraciadamente muertos en muchos lugares de la geografía española. Ávila y Salamanca fueron algunos de los lugares que padecieron los efectos de las inclemencias del tiempo. Nuestra ciudad tuvo en aquellos días un triste protagonismo, con la lluvia y el descuido humano como actores principales.

En el primer tercio del siglo XX, el hoy populoso barrio del Couto comenzaba su desarrollo; lo que habían sido hasta ese momento unas cuantas casas de labranza, en medio de huertas y viñas, amén de un par de casas de recreo construidas buscando que las riberas del Miño ayudaran a paliar los efectos del calor ourensano, iban a experimentar un cambio radical.

Revista Vida Gallega 1935, hoy en esa esquina se instala un ascensor público.
Revista Vida Gallega 1935, hoy en esa esquina se instala un ascensor público.

El primer paso había venido de la mano de los hijos del industrial Malingre Parmentier, que en 1896 deciden trasladar la fábrica del Parque de San Lázaro a lo que hoy es “entrada principal” del barrio (cruce Ervedelo con avenida de Portugal). Años después (1925) fue el asilo del Santo Ángel de doña Angelita Varela, después el campo Burgas (1928, antecedente del actual estadio del Couto). Esas grandes obras fueron acompañadas de la necesidad de construir edificios de viviendas, con lo que llegamos al punto que hoy nos interesa.

A las doce de la mañana del 26 de diciembre de 1935, en la obra que se estaba realizando en la avenida de Francia, pegada al puente de Ervedelo, se cayó el muro de la quinta planta del edificio en construcción. En ese momento trabajaban en el lugar cerca de una treintena de obreros, de los que nueve perecieron y por lo menos otros siete resultaron heridos de gravedad. La causa del siniestro, desde los primeros momentos se entendió que había sido la gran cantidad de lluvia caída los últimos días, sumada a los defectos de construcción que rápidamente comenzaron a aflorar, nada más iniciarse la investigación por parte de las autoridades (los forjados se habían hecho con chatarra, somieres viejos…).

Fotografía anterior al inicio de las obras del edificio siniestrado.
Fotografía anterior al inicio de las obras del edificio siniestrado.

Se sabe que el propietario y el contratista de la obra fueron arrestados, y sus bienes embargados de manera preventiva. Como era habitual en aquella España de comienzos del siglo pasado (y a pesar del tiempo transcurrido...) pasaron los días, semanas, meses y no se avanzaba en la resolución del caso. El arquitecto pasaba las culpas al contratista, éste al propietario y éste...

Por mis datos, probablemente con algo de culpa, fue el propietario quien después de los fallecidos y heridos llevó la peor parte, respondiendo con parte de su patrimonio y una temporada de reclusión. El resto de implicados consiguieron librarse de manera sorprendente con sanciones mínimas y en algún caso ni eso.

Como dato curioso, revisando prensa de la época, descubro que varios periódicos nacionales situaban el edificio del siniestro junto al puente de la Burga. Para que no queden dudas, se trataba del edificio donde estaba el taller de Angelito y hoy una cafetería, “viniendo de Ourense al Couto” a mano derecha antes de cruzar el puente de Ervedelo.

Para otro día queda recuperar los accidentes con vehículos, en los que por desgracia Ourense cuenta con los dos más graves de la historia en autobús, A Rúa 1977 y Verín 1987.

Te puede interesar