Son pocos los ourensanos que puedan recordar este día, pero aún quedan. Uno de ellos es mi amigo Adolfo Rego , un golfete de 11 años alumno de don Manuel Sueiro, que de aquellas ya ayudaba a su padre en la venta de entradas del fútbol en el Campo Loña, aunque la venta se hacía en una caseta que el club tenía en el chalet Losada (Paseo, hoy Viacambre).
El acto se había organizado con tiempo, y la delegación pontevedresa acudía encantada a recibir el honor de que una de las más céntricas calles de la ciudad de As Burgas llevara su nombre (no sé cómo le sentaría al ilustre don Manuel Pereira de Castro, quien con anterioridad daba nombre al vial, rúa Pereira).
Tres trenes había puesto la empresa del ferrocarril a disposición de los ayuntamientos de Pontevedra y Marín para que sus vecinos acudieran a pasar este día festivo en Ourense. Según fueron llegando a la estación de Canedo, el recibimiento que se les hacía era un espectáculo, poco a poco Canedo se vio abarrotado de gente a la que también se unían quienes habían llegado en autobús o vehículos particulares.
Finalmente, y a pesar de la pertinaz lluvia, un improvisado desfile condujo a todos los participantes hacia el parque de San Lázaro, y después a la Plaza Mayor, que según las crónicas registró el mayor lleno de su historia.
El siguiente acto fue en la calle que desde ese día se llamaría Avenida de Pontevedra, como manifestaba la placa que se descubrió en el edificio de los señores de Román y Saco. En palabras del alcalde Álvarez Dopazo al descubrirla, “no se hace para corresponder a la placa que Pontevedra dedicó a Ourense el pasado año, sino porque las mejores calles deben ser dedicados precisamente a pueblos y ciudades que deben estar entre nosotros en lugar preferente”.
