Afectados por las preferentes, alcaldes y cargos del PP hicieron pasillo al expresidente de la Diputación antes de que entrase a declarar en el Pazo de Xustiza de Ourense, como si se tratase de una gran estrella de rock.

30 largos metros hasta el Pazo

Alcaldes y cargos del PP a la espera de la llegada de José Luis Baltar al Pazo de Xustiza de Ourense. (Foto: MIGUEL ÁNGEL)
Alas 15.50 horas delante del Pazo de Xustiza de Ourense ya estaban apostados periodistas de Antena 3. Una hora más tarde declaraba José Luis Baltar y se esperaban 'máis feira' del circo que se montó. Pero algo sí se organizó, aunque esta vez no hubiese trombón de por medio. Primero llegaron afectados por las preferentes, con su reivindicación sincera, aunque maleable. Comenzaron por protestar contra Baltar y cuando alguien les advirtió de que el expresidente de la Diputación nada tenía que ver con su problemática, mudaron lo cánticos para entonar: 'Que nos arranxe Baltar o que Feijóo non é capaz'.
A continuación comenzaron a llegar alcaldes del PP de la provincia. Fueron una treintena, de los 69 que cuenta el partido, los que quisieron dar su apoyo al veterano líder popular. Los detractores, a un lado. Los defensores,al otro. Se miraban sin desafiarse, como si cada uno estuviese allí por un asunto distinto.

Pero apareció finalmente José Luis Baltar. Y fue como si un agitador anunciase 'y ahora con ustedes, The Rolling Baltar'. El expresidente de la Diputación ourensana las pasó canutas para recorrer la treintena de metros hasta las dependencias judiciales. En un lado arreciaban reproches; en el otro llovían alabanzas. Hasta que José Luis Baltar entró en el Pazo de Xustiza y se hizo el silencio. Subió las escaleras acompañado de un periodista sin soltar prenda, aunque antes había afeado a otro informador el uso de una inoportuna conversación.

Pisó el primer piso e instantes después llegó su gente de confianza. 'Tranquilos que no pasa nada, tranquilos que estoy deseando aclarar todo', animaba Baltar al personal que lo acompañaba.

El juez Leonardo Álvarez contemplaba por la ventaba el rebumbio del exterior, asintiendo para sí mismo por haber tomado la decisión de que Baltar declarase por la tarde en vez de coincidir con los momentos de más actividad del lugar, por la mañana. Comenzó la declaración de Baltar y el personal se fue a calentar la garganta a las cafeterías de los aledaños. Cuando salió, se repitió la escena. A un lado, los detractores, al otro, sus defensores. Todo en perfecta armonía.

Se marchó José Luis Baltar y el Pazo de Xustiza de Ourense se quedó huérfano de bullanga como quedan los conciertos cuando se despiden las estrellas y ya no hay más canción que rascar.

Cada uno a su casa, los detractores con su pancarta, los defensores con sus argumentos. Se fue Baltar y se acabo el espectáculo. Quizá se trate de la última gran función de un político, guste más o menos, único.

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