El alcoholismo sumó un 30% más de enfermos tras el covid

El grupo de Alcohólicos Anónimos de Ourense celebró ayer su XXI Aniversario en el Campo da Feira. Allí, los 56 miembros de la sede ourensana ofrecieron su testimonio frente a otros enfermos -como se autodenominan-, que acudieron desde otras provincias. Este modelo de rehabilitación, que funciona mediante un grupo al que las personas que padecen alcoholismo pueden acudir las 24 horas del día y los 365 días del año, se fundó en la ciudad como una iniciativa entonces pionera. Con el tiempo, otras trece provincias españolas incorporaron esta terapia inventada en Estados Unidos en 1935. La primera pregunta que deben responder tiene que ver con la propia definición del alcoholismo. Un alcohólico es un “enfermo”, asegura Ángeles C., integrante de este grupo en Ourense. La terapia 24 horas, según las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), constituye una de las formas de tratar “un problema de salud que se tiene desde que se nace. Una vez que empiezas, si se padece este problema, ya no se puede parar”, explica Ángeles. En este sentido, relata que en una gran parte de los casos se acude a tratamiento cuando la persona toca fondo: “Te acaba afectando a nivel familiar, pierdes amigos y te ves yendo de resaca a trabajar o directamente no te levantas para acudir al centro de trabajo”. La pandemia Con la pandemia el número de alcohólicos aumentó casi un 30% en la provincia. En tan solo dos años, se unieron 16 nuevos. No existe un perfil concreto para definir a los enfermos de alcoholismo, “hay personas de todas las edades, clases y sexos”, indican, pero la incorporación de las mujeres sí se hizo más notoria en los últimos años. Actualmente, son 21 frente a 44 hombres. Además, aunque su nombre reza “Alcohólicos Anónimos”, cada vez hay más personas que acuden con otras adicciones como las drogas o las pastillas psiquiátricas. Javier P: “En el grupo entienden qué es no acordarte de nada” Javier P. lleva diez años sin beber. Desde que llegó al grupo frenó su adicción pero no fue sencillo: “Llegué destrozado y sin saber qué me pasaba”, afirma. “Tenía broncas y problemas con la gente de mi alrededor, que me hacían preguntas constantes”, explica. “La enfermedad progresa, las borracheras van a peor y tienes lagunas. Hay un momento en el que se te apaga la luz y dejas de saber qué estás haciendo”, indica. En este sentido, sostiene que otro tipo de tratamientos médicos no le hicieron efecto porque “no entendían cómo me sentía, pero al llegar al grupo descubrí que sabían qué era una resaca o una laguna mental. Es terapia de enfermo a enfermo y se crea un punto de comprensión”, relata. Ángeles C: “Dejé de sentirme como un bicho raro por primera vez” Ángeles C. celebró ayer 13 años sin beber. Cuenta que cuando acudió a terapia no sabía que tenía un problema, sino que simplemente se había habituado a una sustancia. “Intenté dejarla pero no fui capaz. Visité psicólogos, psiquiatras, me aparté de antiguas amistades, pero una y otra vez volvía al mismo lugar”, precisa. “Mi madre no quería que viniese a reuniones familiares porque la armaba tanto si estaba pendiente de mí como si no”, comenta. “También perdí amigos porque no seguían mi ritmo”, reconoce. Sin embargo, tras ingresar en la asociación, cambió su vida: “Dejas, por una vez, de sentirte como un bicho raro, de preguntarte qué te falta. Es entonces cuando valoras la ayuda de tus compañeros”, explica.