¿Los paisajes al descubierto de los embalses pueden ser un revulsivo?
Sí, es lo que pretendemos, por eso firmamos un convenio con Femembalses para que ayuden a la sostenibilidad de estos territorios, que coinciden con la España vaciada.
¿Cuál es la importancia de documentar los bienes sumergidos?
Fundamental. El patrimonio está sumergido pero la gente no lo ha olvidado: eso es el principio de todo. En otros lugares de España se están empezando a proteger los bienes que quedaron bajo las aguas. Con el cambio climático, por suerte o por desgracia, cada vez los bienes afloran con más frecuencia, la gente los puede visitar y el estado de conservación de muchos de ellos es muy bueno.
Ocurre con Aceredo. ¿Van a investigarlo?
Sí. El Limia, el Miño y el Sil los vamos a investigar. Por ejemplo, la iglesia de Compostela en Aceredo sufrió varios movimientos, porque la gente busca sus referentes y los mantiene. Es un elemento a estudiar. Cuando España trasladó sus iglesias piedra a piedra para salvarlas de las aguas de sus embalses, lo que se trataba es de mantener ese vínculo de la población afectada. El problema en España está en el elevado número de presas, somos uno de los países con más embalses del mundo.
Y Ourense sobresale.
Sí, además son embalses encadenados para garantizar mayor producción. El impacto es mayor. Galicia no tenía grandes periodos de sequía, es a partir de 2017 cuando afloran los restos de muchos embalses y se pone sobre el escenario el problema. Y el problema es que la gente que fue obligada a dejar su casa sigue teniendo ese sentimiento de añoranza, pero ahora se hace mucho más real porque se está visibilizando el objeto perdido.
