Las carreteras ourensanas “en el cajón” perpetúan el aislamiento de comarcas castigadas

La red viaria ourensana carece de las piezas necesarias para cubrir todas las necesidades del territorio. Prueba de ello es la cifra de proyectos plasmados en el papel y con trámites administrativos iniciados que esperan por una decisión política que los lleve adelante, lo que supondría el punto de inflexión para lograr una plena vertebración de la provincia al mejorar la movilidad de comarcas ahora aisladas y castigadas por falta de vías de alta capacidad. En paralelo, las actuaciones “en el cajón” en la ciudad de Ourense y su periferia permitirían contar con alternativas para descongestionar un saturado casco urbano, mientras que la competitividad empresarial e industrial iría en aumento. Valdeorras y A Baixa Limia son dos de las comarcas que sufren la falta de infraestructuras. La primera anhela desde principios de este siglo la construcción de la A-76 entre Ourense y Ponferrada, ya que conllevaría un acercamiento a la ciudad de As Burgas y ofrecería una salida hacia León alternativa a la N-120, con un intenso tráfico que castiga especialmente en el trayecto entre Ourense y el alto de Guítara, un tramo que espera también por el proyecto de desdoblamiento de carriles para permitir los adelantamientos ahora imposibles durante demasiados kilómetros. Mientras, en el sur de la provincia pagan desde hace tiempo la desconexión con la arteria del sur de Galicia que es la A-52, pero también la decisión de que la AG-31 finalice en Celanova y no se acometiese su prolongación hasta la frontera portuguesa, tal y como se había concebido en un primer momento, lo que obliga a vecinos y conductores de A Baixa Limia o aquellos que quieran cruzar la frontera al país luso a utilizar la OU-540, atravesando todos los núcleos de población y obligando a ir a una velocidad mucho más reducida. Por otro lado, la otra gran autovía pendiente en Galicia es la A-56, entre Ourense y Lugo, que pese a planificarse en la década de los 2000 solo cuenta con 8,8 kilómetros construidos sin apenas utilidad. La alternativa, la carretera nacional, sufre un importante deterioro periódicamente y alarga considerablemente los tiempos de viaje. CIUDAD Y ÁREA La ciudad de Ourense no escapa a los problemas de movilidad por la falta de nuevos viales. Así, el anillo de circunvalación está demasiado lejos de ser una realidad al no haberse movido ni una máquina para la variante norte, cuyo inicio entre Eirasvedras y Quintela se prevé el próximo año, pero sin estar listo hasta 2025, faltando además el segundo tramo hasta A Casilla, todavía sin fecha de licitación. También falta completar la circunvalación este, con dos de los tramos en servicio y ahora en tramitación el último entre Benposta y la N-525. Ese trazado descongestionaría calles como Marcelo Macías o la avenida de Zamora, que también verían reducido su tráfico así como otras arterias del casco urbano si hubiese fructificado la ronda bulevar que vertebraría la urbe de norte a sur sin tocar el centro, entre Rabo de Galo y Finca Sevilla. La caída del Plan Xeral de Ordenación Municipal y el desaguisado urbanístico es una de las razones que explican que se haya enterrado la inversión. En el área metropolitana, el gran proyecto pendiente es la conexión real entre la A-52 y el Polígono de San Cibrao, dado que aunque se materializó hace poco más de un año la primera parte del recorrido hasta la OU-525, falta por ejecutar la prolongación que permitiría a transportistas llegar directamente desde la autovía de As Rías Baixas a la principal área industrial de la provincia, desembocando en el entorno del Parque Tecnológico. Esta reivindicación histórica del empresariado espera ahora por el plácet de la Xunta para tener opciones de salir adelante.