Historias de un sentimental

Chonina Vilanova y Marisa Calvo, las actrices ourensanas que mejor expresaron la ternura

Marisa Calvo y Chonina Vilanova, en el homenaje a Alvarado.
photo_camera Marisa Calvo y Chonina Vilanova, en el homenaje a Alvarado.

En el Arquivo Sonoro de Galicia se encuentra la grabación original (que ya guardé y deposité) de la interpretación por Chonina Vilanova del único personaje de la obra de Jean Costeu, “La voz humana”, escrita para Edith Piaf, que ésta no se atrevió a interpretar sin música (aunque años después fue transformada en una ópera breve). Escucharla ahora impresiona como se impresionaron los ourensanos que asistieron a su estreno en el atrio del Museo Arqueológico, con un montaje singular. Nada presente, salvo una mesita con el teléfono.

Fue uno de los primeros monólogos del teatro moderno, y refleja el conocimiento teatral de Segundo Alvarado. Escribe al respecto de esta obra Horacio Otheguy Riveira que “es el primer monodrama de la historia que presenta a una mujer ante el abandono de su amor, y nos invita a verla/escucharla en esa tortuosa intimidad. Una tragedia que no cesa. El teatro siempre se viste de gala cuando se levanta el telón y hombres y mujeres se abandonan por igual a la angustia más veces transitada en todas las artes”. La protagonista habla con su amante que la abandona para casarse al día siguiente y el monólogo tiene tanta fuerza que conmueve los más profundos resortes del ánimo del oyente. La voz de Chonina sigue sonando ahora con el mismo vigor que sonaba hace 59 años.

La otra pieza de singular recuerdo fue “La mujer del abanico”, del japonés Yukio Mishima, una pieza del teatro Noh. Y eso lo representábamos en aquel Ourense de los años sesenta, lo que da idea del nivel de Alvarado. Marisa Calvo hacía el papel de Hanako, que todos los días acuden a la estación a esperar el regreso de su amado Yoshio y lo idealiza de tal forma que cuando regresa de verdad no lo reconoce, de suerte. El papel del novio lo hacía el tempranamente desaparecido Rafael Huete. En su papel, como luego en la “Antígona” de Anouilh, Marisa Calvo alcanzaría las más elevadas cimas de la ternura. La última vez que las vi y las escuché a ambas, fue en uno de los últimos homenajes a Alvarado, en la que sus voces sonaron y evocaron una de las mejores épocas que ha tenido el teatro ourensano, del que me honro en haber formado parte en mi juventud.

Aparte, como digo, del conocimiento de Alvarado, que nos colocaba en aquellos tiempos en la vanguardia del teatro moderno, estas dos obras citadas expresan sin igual la ternura a través de los ojos de una mujer abandonada o soñadora. Por cierto, que se cree que Juan Manuel Serrat se inspiró en la obra de Mishima para su conocida canción “Penélope”, que tiene el mismo argumento: el de una mujer que acude todos los días a la estación, a la espera del tren que le devuelva a su amado, y tampoco lo reconoce a su regreso.

Por otro lado, los historiadores del teatro que cuentan las singularidades de algunas obras de referencia clásica, escriben a propósito de “La voz humana”, que interpretó Chonina Vilanova, que, aunque fuera escrito para ella, Edith Piaf no se atrevió a subirse sola y sin música al escenario a interpretarlo. En nuestros días, ambas obras, tanto la de Cocteau como la de Mishima se siguen interpretando, pero pocas veces han alcanzado la calidad y el efecto que lograron aquellas dos actrices ourensanas. Se debe entender la obra de Cocteau en la dimensión del uso entonces del teléfono, que a veces es el portador de mala noticias. Desde luego, a nadie se le ocurriría interpretar aquel conmovedor monólogo con un móvil. Todavía me pone hoy escuchar la voz de Chonina despidiéndose del que la abandona, mientras dice entre suspiros “seré fuerte….” junto a Chonina, otra gran actriz de aquel tiempo, Rebeca López de Turiso, representaba la dura obra de Eugene O’Neill “Antes del desayuno”, de la que hablaré otro día.Otro monólogo terrible por el personaje de la mujer que habla.

Por cierto que en 1981, se representaron en Madrid tres monólogos clásicos: Amparo Rivelles hacía “La Voz Humana”; Gutiérrez Caba se ocupaba de “La más fuerte”, de Strindberg, y Julieta Serrano de “Antes del desayuno”, de Eugene O’Neill. Pero Alvarado se adelantó 20 años en reunir en una misma función dos de estos singulares monólogos.

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