Historias de un sentimental

Cuando Ourense tenía su propia UME para lo que hiciera falta

Veteranos del Zamora 8, listos para la faena.
photo_camera Veteranos del Zamora 8, listos para la faena.

Todos los españoles sentimos una profunda simpatía y respeto por la Unidad Militar de Emergencias, UME, la institución especializada del Ejército español, creada en tiempos de Zapatero, para prestar labores de salvamento, lucha contra el fuego, las catástrofes naturales o cualquier contingencia que afecte a la población, para las que no son suficientes los medios ordinarios de protección civil, bomberos o Cruz Roja. Estos días, en la isla de La Palma vemos el valor y la eficacia de estos militares que con ejemplar valentía tratan de paliar la catástrofe a la que asistimos.

Lo que muchos ourensanos no saben es que nuestra ciudad o donde hiciere falta tenía su particular UME, que no se llamaba así, pero que era un servicio común de resguardo en todas las guarniciones como la de esta urbe. Se llamaba el “retén contra incendios” y estaba formada por los medios de que disponía el Regimiento de Infantería Zamora 8 y obviamente su personal, y lo sé bien porque yo formaba parte de aquel contingente que en mi época (años 1968 a 1969) alcanzaba la cifra de 800 soldados.

Cada tarde, y al efecto se nombraba cada día el correspondiente servicio, aparte de los ordinarios del cuartel, la guardia y los refuerzos, quedaba preparado en San Francisco un camión de arena con todos los elementos de herramientas y utillaje para apagar un incendio o afrontar cualquier situación crítica que se presentase, como hace ahora la UME. La Orden Día del Regimiento que todos los días fijaba los servicios, disponía que el retén contra incendios estuviera formado por un oficial y 27 soldados, nueve por compañía, pero en las ocasiones que yo recuerdo este contingente podía estar mandado por un sargento o cabo primero. En caso de necesidad, se incorporaban al mismo todos los soldados que hubiera en el cuartel o se disponía el modo de que la tropa que hubiera salido de paseo se presentase a la orden.

Durante mi permanencia en filas me tocó salir a apagar algún incendio en la zona de Oira y en otros puntos de las cercanías. Recuerdo que estábamos entrenados para combatir el fuego, y sabíamos hacer un cortafuegos con rapidez y que un incendio se puede apagar con otro, una vez tomadas las adecuadas medidas, como digo de cortar el terreno, de modo que los dos fuegos se encuentren y apaguen entre sí. En estos casos, los soldados colaborábamos con los bomberos, que eran los expertos que dirigían la operación. No recuerdo que tuviéramos equipos especiales por entonces, sino que salíamos con los uniformes de faena que vistiéramos. Aparte de la zona de Oira, recuerdo otro incendio en la zona del Cumial que amenazaba con extenderse y en el que ayudamos al propio vecindario a resolver.

A punto donde era precisa nuestra presencia nos desplazábamos en el mismo camión de arena, que solían ser verdaderas reliquias, los viejos Ford, supervivientes de la guerra civil, que los mecánicos tenían siempre al punto.

Los orensanos de mi edad que hicieron el servicio militar en San Francisco, o en otras ciudades donde hubiera guarnición, saben que los retenes para afrontar, si los hubiera, riesgos para la población por alguna contingencia, eran un servicio común. Como siempre tuve curiosidad por estos temas, pude saber que estos retenes contra incendios o atención a la población eran un uso muy antiguo, como la tradición de “las sobras”. Es decir, a las puestas del cuartel, la comida que sobraba del rancho de la tropa se repartía a la gente necesitada, sobre todo en la dura posguerra, como se refleja en alguna conocida película española, en la que el actor José Sacristán acude a las puertas de un cuartel a por la comida. En mi época ya no se repartía el rancho a la puerta, pero sí creo recordar que lo que sobraba se enviaba a algún centro benéfico. Sin duda todavía andarán por ahí otros que podrían contar más historias de aquellos tiempos.

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