Sínodo

"El cura que atendía solo una parroquia es historia; hay que trabajar en común"

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photo_camera El sacerdote Luis Rodríguez.
El párroco Luis Rodríguez apuesta por la creación de "nuevos caminos" para adaptarse a la realidad de la provincia

La Iglesia ourensana se prepara, a través del Sínodo iniciado en 2016 y que terminará el próximo año, para adaptarse a la nueva realidad de la provincia. La despoblación y el envejecimiento son los principales retos a abordar, así como la crisis de fe, que afecta, sobre todo, a los más jóvenes. "Tenemos que inaugurar nuevos caminos, distintos, diferentes", resume Luis Rodríguez (Santa Baia de Anfeoz, Cartelle, 1961), párroco de San Pío XII y relator del Documento de Trabajo Primero sobre La Parroquia. 

¿Qué puede hacer la Iglesia frente al envejecimiento?

Tenemos que cambiar la mentalidad, no solo porque hay menos curas, sino también porque los pueblos se quedan vacíos, y hay muy poca gente joven. Lo de un cura por parroquia ya ha pasado a la historia, ahora tenemos que caminar hacia el trabajo en común. Es decir, varios curas que trabajen como en una mancomunidad, en lo que llamamos unidades de atención pastoral. Tendremos que trabajar en conjunto para servir a nuestra gente, estar cerca de los que están solos.

¿Y para impulsar la provincia?

Creo que cuánto más unidos estemos todos, a nivel político, económico y social, mejor. La Iglesia ha tenido un papel fundamental en nuestro pueblo, y sigue siendo importante. Deberíamos estar ahí, pujando, exigiendo y poniendo nuestro granito de arena que, creo, es imprescindible para que la provincia salga de esta situación.

"La gente joven nos ve como un saco de normas que no responde a sus intereses".

¿Hay falta de interés entre los jóvenes?

No podemos taparnos los ojos, no podemos decir que aquí no pasa nada. Es verdad que la gente joven tiene bastante desafecto a la Iglesia; muchas veces se nos ve más con personas con un saco de normas y deberes que nos responden a sus intereses, y nos dan la espalda. A lo mejor tenemos que callar más, pensar que no tenemos todas las respuestas, y que el camino sea escuchar más, atender más y acompañar más. La crisis de fe se da en toda la sociedad, tenemos que crear nuevos caminos para que la credibilidad en la Iglesia sea mayor.

¿Se echan de menos también en el Seminario Mayor?

Claro, aunque nuestra situación es mejor que en otros obispados de Galicia. Hay una crisis social importante, los compromisos definitivos, para toda la vida, cuestan mucho y no están en boga, en todos los niveles. Faltan chavales que se interesen por la vida sacerdotal, pero también se suman otros elementos, como que cada vez hay menos niños.

¿La emigración supone savia nueva para la Iglesia?

Creo que es un gran enriquecimiento para toda la sociedad, a pesar de los vientos que existen en esta vieja y arrugada Europa. Puede ser un impulso regenerador para esta tierra, si se sabe encauzar este canal de población. Para la Iglesia yo creo que va a ser un aire renovador, lo tenemos comentado entre los sacerdotes. 

El papel de la mujer está cambiando en la sociedad, ¿y en la comunidad cristiana?

Siempre le digo a mis alumnos del Seminario que si en cualquier parroquia nos faltase la colaboración de las mujeres no sabríamos qué hacer. Pero en vez de colaborar con los laicos, tenemos que tener responsabilidad compartida, es decir, que ellos también decidan y propongan ideas, es muy necesario.

¿Y la visión de la homosexualidad?

En el Sínodo se va a tratar en cuanto a necesidad de adaptarse a las nuevas realidades. La Iglesia tiene que ser una madre que quiera, que acoja y que respete. Las puertas están abiertas para todos.

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