ENTREVISTA

“Debemos importar nuestro saber para ayudar al país en el que nos formamos”

El investigador ourensano David Nóvoa (MIGUEL ÁNGEL)
photo_camera El investigador ourensano David Nóvoa (MIGUEL ÁNGEL)

David Nóvoa, investigador ourensano del Instituto "Max Planck"

El físico ourensano David Nóvoa disfruta de unos días de descanso en su ciudad. Próximamente, deberá retornar a la localidad alemana de Erlangen, donde trabaja en el Instituto "Max Planck" para la Ciencia de la Luz, en la división del prestigioso investigador Philip Russell. Pese a ello, guarda una estrecha relación con el Campus de Ourense, donde se licenció y doctoró en Física.



¿Cuál es su cometido en esta entidad?

Soy uno de los jefes de grupo dentro de la división de Russell, que es uno de los cuatro directores del Instituto. Principalmente, nuestro grupo se centra en la investigación de la generación de nuevas fuentes de luz, utilizando una tecnología que se conoce como fibra de cristal fotónico, que es un tipo especial de fibra óptica desarrollada en los años 90 por el que hoy es mi jefe.



¿Quién es Philip Russell y por qué es tan influyente en el ámbito de la óptica y la fotónica?

Es un investigador irlandés que recorrió el mundo en las décadas de los 60 y los 70, especialmente trabajando en los laboratorios Bell, en los Estados Unidos. Fundó el Instituto de Fotónica en la Universidad de Bath, en el Reino Unido, donde se desarrolló esta idea de la fibra de cristal fotónico, es decir, un nuevo tipo de fibra óptica que ha dado lugar a numerosos avances tecnológicos, como por ejemplo, la generación de los relojes ópticos y las llamadas fuentes de supercontinuo, que son fuentes láser de luz coherente, que es la que se emplea para realizar estudios en biomedicina. El desarrollo de estas fibras posibilitó importantísimos avances en muchas tecnologías.



¿En qué aspectos de la vida cotidiana de las personas puede ayudar la fotónica?

La misión de centros como el Instituto "Max Planck" es expandir los límites del conocimiento básico, y otras empresas y centros se encargan de aplicarlo al nivel de usuario de esos conocimientos. La tecnología con la que nosotros trabajamos no establece una distancia muy grande entre lo que es investigación básica y el usuario final. De hecho, tenemos colaboración con gente que utiliza nuestras fuentes de luz para realizar ensayos en nuevos materiales, tecnología aeroespacial o biomédica, que se están aplicando actualmente.



¿Qué descubrimientos se han hecho en el “Max Planck"?

Los más relevantes son los "peines de frecuencia", que han sido un desarrollo posibilitado gracias a las fibras de cristal fotónico y que llevó al investigador Theodor Hänsch a ganar el Nobel de Física en 2005 por su trabajo en el campo de la meteorología óptica. Todo esto ha dado pie a avances en los relojes ópticos. Actualmente, la definición de segundo está basada en el reloj atómico, y los relojes ópticos, que están basados en frecuencias ópticas son muchísimos más precisos, hasta el punto de que está en marcha una redefinición del segundo basada en esta tecnología, que permitiría realizar medidas temporales con una precisión sin precedentes.

¿Podrían estos avances cambiar el concepto de tiempo tal como lo conocemos?

No realmente; se refiere más bien a la precisión en medidas. Hay eventos en la naturaleza que son extremadamente breves, y tener las posibilidades de medir frecuencias de manera muy precisa puede posibilitar que realmente podamos medir el tiempo de rotación de un electrón alrededor de un átomo, que es totalmente inaccesible en estos momentos.



¿Cómo es su trabajo como jefe de grupo?

Tengo un pequeño grupo que realiza un trabajo experimental y de simulación de posibles efectos. Trabajamos en un laboratorio, y tenemos muchas reuniones periódicas en las que discutimos con otros grupos las cuestiones que pueden aparecer en el día a día. Es un ambiente multidisciplinar en una división que alcanza las 50 personas de 15 nacionalidades diferentes, así que, además, es multicultural y enriquecedor. De entre todos ellos, dos somos españoles.

¿Se hizo difícil trasladarse a Alemania?

Cuando estaba trabajando en el Centro de Láseres Pulsados de Salamanca, me llegó una oferta desde Alemania en 2012 que no podía rechazar. Sigo aprendiendo alemán poco a poco, pero nunca ha sido un impedimento, dado que en el Instituto todo el mundo habla en inglés.



Como investigador español en el extranjero, ¿cómo ve el panorama laboral de su sector?

Mi caso no es el más apropiado, dado que se me ofreció este trabajo en Alemania. Sin embargo, sí que entiendo que hay que marcharse por necesidad, ya que la situación es complicada. El consejo que doy es que nunca hay que tener miedo, especialmente a países como en el que me encuentro yo, donde es muy raro que no te encuentres con una gran acogida. Una persona que tenga ganas, de verdad, de conseguir algo que su país no le ofrece no tendrá mucho problema. En el caso particular de Alemania, donde la principal barrera está en el idioma, a nivel institucional las cosas te las ponen fáciles, gracias a cursos de integración.



¿Prevé un regreso futuro o se ve completamente asentado en Alemania?

No me considero asentado, estoy en parte de mi formación, así que no descarto regresar a España. Yo creo que, en el ámbito académico y de la investigación, la gente que vive una etapa en el extranjero adquiere otros conocimientos y descubre otras tecnologías y formas de trabajar, que podrían ser muy útiles si regresase. Se debe importar ese saber para que algún día podamos echar una mano al país donde nos formamos y ayudar a que salga adelante. Pero siendo objetivos, es muy complicada la situación en estos momentos.

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