Tráfico

La falta de controles amenaza el "límite 30" en Ourense

La ciudadanía valora las medidas pero advierte de que solo lograrán un cambio real si vienen acompañadas de vigilancia estricta y continua

 

Todas las ciudades de España implementaron ayer un nuevo modelo de movilidad por el cual se reduce a 30 kilómetros por hora la velocidad máxima en la mayoría de vías urbanas. Pero los ourensanos, si bien valoran la medida, reconocen que muchos conductores ni siquiera están informados de la nueva norma y temen un incumplimiento general. Buena parte de ellos aún no se habían encontrado con ninguna señal durante la mañana de ayer. 

A Luis Noguerol, tras la entrada en vigor, aún le exigen que circule más rápido: “Hoy mismo iba por Pena Trevinca a unos 35 kilómetros por hora y el conductor de atrás me hizo destellos para que acelerara. Después me adelantó. Hay gente que no se enteró o no quiso enterarse”. 

“No creo que tenga nada que ver”, defiende Raúl de Sas preguntado sobre si existe relación entre la necesidad de sanear las finanzas estatales y la nueva medida, que además considera útil para reducir la siniestralidad. “Es algo hacia lo que se encamina toda Europa y que tenía que llegar, beneficia a la sociedad. Todas las precauciones son pocas. Hay que valorar que muchas veces los coches están mal aparcados, por ejemplo junto a pasos de cebra, reduciendo la visibilidad. Una cosa es una carretera general y otra la ciudad, llena de obstáculos”.

Ángel Diz tampoco encuentra grandes perjuicios como conductor: “Ourense qué tiene de punta a punta, ¿ocho kilómetros? Como mucho pierdes dos minutos”. Eso sí, el problema se encuentra en la aplicación práctica: “Los coches de momento andan igual de rápido”. 

A Maricarmen Rodríguez la medida también le parece “fenomenal”, al tener en cuenta que “hay muchos atropellos, como el que ocurrió hace no mucho en San Francisco. A menos velocidad, más seguridad para el peatón”. Otra cosa es que haya venido acompañada de la campaña informativa necesaria: “Empezaba hoy, creo. Deberían darle algo más de voz, yo me enteré de casualidad”, reconoce.

Por último, Claudia Pérez defiende que “me parece estupendo que se reduza a velocidade pero se vai pasar polo forro, igual que outras medidas de mobilidade. Coma no Casco Vello, onde quitaron os bolardos e isto é un despiporre. Vou camiñando e teño que arrimarme cada pouco e estar  atenta, porque non hai respecto ningún. Dubido moito que a medida teña efecto”. Además, defiende que la solución no es tan sencilla como una simple reducción de la velocidad, y debería plantearse una mejor organización estructural de la movilidad, así como “apostar por alternativas fóra da cidade para alixeirar de tráfico os tramos urbanos”. Considera que, si fuera por iniciativa local, esta normativa no se habría planteado: “Neste Concello é ao revés. Os coches con todos os dereitos e os peóns cada vez menos”. También encuentra carencias en la difusión de la medida: “Aínda non atopei ningunha sinalización nin sabía que era tan inminente. Terei que comentalo na casa”.

Una multa es "el mejor recordatorio"

El mayor temor de los peatones es que, a falta de conciencia ciudadana y actuaciones del gobierno local y las fuerzas de seguridad, las medidas se queden en papel mojado. Gloria de la Fuente tiene claro que “el mejor recordatorio es multar. En la plaza Eduardo Barreiros hay varios vados seguidos. Pero, como no se multa, aparcan tantos que te obligan a circular en sentido contrario al salir del garaje”, recuerda. Luis Noguerol recuerda que “en A Coruña todo el mundo pasaba en rojo hasta que empezaron a sancionarlo. Decían que la letra con sangre entra. No soy partidario de pegar a la gente, pero sí a su bolsillo. La letra con multa entra”, concluye. 

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