La restauración de obras de arte es una tarea delicada y costosa, necesitada de manos de especialistas y convenientes estudios previos para que la acción en sí no se convierta sin quererlo en un daño irreversible.

Entrar en esta UCI es un privilegio

Radiografía de una obra de arte. (Foto: Jose Paz)
Sorpresa mayúscula, junto a la entrada, los restos de unos pies y unas manos yacen desprovistas de referencia sobre la base de una peana; no hay más datos que ilustren procedencia. Por un momento, breve, uno piensa en la historia de la pintora del eccehomo de Borja, pero no, aquí no puede ser.
Restaurar arte es un proceso lento y costoso, además, tampoco es siempre necesario. 'Non hai verdades universales á hora de restaurar unha peza', comenta Xulio Rodríguez; lo que si está claro es que hay que seguir unos criterios y eso es lo que nos explica en esta exposición de la que una treintena de esculturas se han visto beneficiadas de un proceso de reversibilidad y saneamiento de intervenciones previas practicadas a lo largo del tiempo. Porque lo que hoy, en sus manos -en el Museo Arqueolóxico de Ourense-, resulta una práctica medida al extremo, en tiempos lo fueron de buenas intenciones y no siempre con criterios acertados que remataron por hacer más daño que bien al paciente. En eso inciden muchas de las restauraciones, en despejar todas aquellas policromías, en desprenderse de elementos ajenos a la escultura original, que bien por darle consistencia o por completar aquellas partes que fruto del tiempo y otros envites surgieron en el camino.

De las 243 esculturas del museo -madera, piedra, alabastro-,las elegidas, todas en madera, han vivido un proceso de remozado sin precedentes, se les ha añadido consolidantes que le sumen estructura, liberados de xilófagos, de elementos extraños; ahora se muestran a la luz con ese preciso relato, el de la restauración. No todas igual de valiosas, las hay de autor -Juan de Juni, Ambrosius Benson, Mateo de Prado-, la mayoría son anónimas.

Al Santiago Peregrino, quien debiera estar en la peana junto a los miembros de emplaste, lo encontramos ahora, abajo, liviano, pendurado, como si fuera un cuadro.

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