el testimonio

"Éramos unos apestados"

Ernesto Rodríguez, socio y gerente de MRF, en el monolito que recuerda los 50 años de la empresa.
photo_camera Ernesto Rodríguez, socio y gerente de MRF, en el monolito que recuerda los 50 años de la empresa.

Una parte de la sociedad aún estigmatiza a quien busca una segunda oportunidad. Ernesto Rodríguez, socio y gerente de Mecanizados Rodríguez Fernández (MRF), lo sabe bien. La empresa hizo una larga travesía del desierto, le plantó cara a la crisis, se reorganizó y está saliendo con paso firme.

Quizá el mayor problema era que nos sentíamos apestados y nos llevó un tiempo no sentirnos avergonzados". Una parte de la sociedad aún estigmatiza a quien busca una segunda oportunidad. Ernesto Rodríguez, socio y gerente de Mecanizados Rodríguez Fernández (MRF), lo sabe bien. La empresa hizo una larga travesía del desierto, le plantó cara a la crisis, se reorganizó y está saliendo con paso firme. En el 2009 se cortó la racha de crecimiento de esta empresa familiar, creada hace más de medio siglo, que se ubica en el parque empresarial de Pereiro de Aguiar. Vino el temporal y no hubo forma de ponerse a cubierto: "El descenso de ventas fue tan drástico que fue necesario hacer tres expedientes de regulación de empleo y entrar en concurso de acreedores en el 2011", confiesa.

La empresa salió del proceso concursal en el 2012, "sin embargo en siete años ha sido necesario negociar con bancos y no nos han permitido hasta abril del 2019 firmar la refinanciación bancaria", explica el gerente. "La deuda con los proveedores ya está pagada hace años", dice orgulloso. Ahora el viento sopla a favor. Ya llevan cuatro meses creciendo al 20% sobre el año anterior, "que ya había sido bueno". Exportan un 70% de las piezas que fabrican —su producto estrella es el cierre para vehículos industriales— a treinta países. Llegaron a tener 150 empleados pero cayó la cifra hasta los 56. Hoy tienen 80 y tienen procesos de selección abiertos. Facturaron 10,5 millones de euros y tropezaron hasta caer a los cuatro. Hoy arañan los siete millones. Y subiendo.

 Pero el camino, como preveían, estaba trufado de peligros. ¿Cuántas veces pensaron en tirar la toalla? "Todos los días, pero también todos los días pensaba que el negocio estaba vivo, solo hacía falta reestructurarlo". La palabra reestructuración hace correr el frío por el espinazo. En el ambiente empresarial eso supone que la nómina tiembla. Sin embargo el representante de MRF aclara que el término no comporta solo despidos, "es dejar líneas de negocio, aprender a decir que no a cosas que a largo plazo no son buenas, es centrarte en lo que eres excelente". En un proceso concursal la empresa y los factores externos deben estar afinados y debe sonar todo como una orquesta. Si se desafina, el abismo de la liquidación viene al encuentro. Socios, trabajadores, clientes, proveedores y Xunta echaron el resto. Y los bancos, "pero su apoyo es lento y complejo".

El tío de Ernesto, junto con su padre, uno de los fundadores de la empresa, acostumbraba a decir en momentos de zozobra: "Nunca choveu que non escampase". Y aprendieron: "Nos enseñó todo esto a tener paciencia y constancia".

Pero también aprendieron a auditarse. Dice Ernesto Rodríguez que "para salir de un problema el primer paso es reconocer que tienes un problema". Además del empresarial, la hipocresía social hizo lo suyo, cuestionando a una empresa que se empobrece. Ello no supuso escribir un renglón diferente al trazado. "Teníamos claro que si no íbamos a concurso de acreedores en seis meses cerrábamos", dice Ernesto. Hoy el camino está despejado, "pero con prudencia". MRF nunca esquivó la mirada. La sostuvo, incluso ante quienes miraban con desdén a unos gestores ojerosos por el esfuerzo. No eran apestados, eran personas que dormían poco pero soñaban con salvar la empresa. 

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