João Soares: "El desarrollo de la UE pasa por convertirse en una Europa de regiones"

OURENSE. 14.03.2015. JOAO SOARES, EX ALCALDE DE LISBOA, DURANTE SU VISITA A OURENSE. FOTO: MIGUEL ANGEL
photo_camera João Barroso Soares.

El exparlamentario João Soares paseó por primera vez por las calles ourensanas visitando As Burgas como principal atractivo turístico

Abogado, editor literario, alcalde de Lisboa durante dos mandatos, diputado en la Asamblea de la República, europarlamentario o directivo de la OSCE. La carrera de Joâo Soares va mucho más allá de convivir con la sombra de un progenitor mito del socialismo portugués -"Tener este apellido me ha impedido hacer muchas cosas"-, conformando una potente proyección política. Paseando por Ourense -su primera vez- tras cenar huevos rotos en el Porta da Aira, y mientras conoce As Burgas, tiene tiempo a exhibir un convencido europeísmo, que no le impide -o quizás por ello- tener una visión muy crítica de lo que han generado las políticas de austeridad marcadas por Bruselas. Empezando por su país.

¿Cómo está Portugal?

Sombría. El Gobierno luso ha demostrado no tener ninguna sensibilidad social. Por primera vez en democracia, hemos sufrido un brutal recorte de las prestaciones y garantías sociales. La ciudadanía está harta, y estoy convencido de que en las próximas elecciones no perdonará lo que ha hecho la derecha.

En las primarias del PS usted apoyó a Seguro, que cayó de forma aplastante ante António Costa. ¿Se ha formado una alternativa socialista capaz de ganar las generales de este otoño?

No será sencillo, pero lo conseguiremos. Hay voluntad de cambio, pero estamos expuestos a varios factores externos -el contexto económico global, lo que suceda con Grecia, las elecciones españolas...-, que pueden hacer variar el rumbo de la campaña.

También el futuro judicial del caso Sócrates.

No me pronuncio sobre procesos abiertos. Pero en este caso a José Sócrates no se le han garantizado determinados derechos, que conducen inevitablemente a la reflexión de que en Occidente, a partir del 11-S, se están observando situaciones como las detenciones preventivas o las escuchas policiales que parecen acercarnos a '1984'.

¿Cree que hay más corrupción en los países del sur de Europa?

No. El poder conduce al abuso, por desgracia eso es algo propio del ser humano. Lo que cambia es la percepción, el modo en el que los latinos nos aproximamos a los problemas de una forma más imaginativa; algo positivo en primera instancia.

Pero parece indiscutible que hemos sufrido más los efectos de la crisis económica.

Pero no por nuestra culpa. La gente ha vivido y sigue viviendo de forma modesta. El problema lo hemos tenido en el sistema financiero, y en unas autoridades políticas que no han sabido responder a las demandas de la ciudadanía. El resultado es que se ha perdido la confianza en las instituciones, también en Europa.

Ahora ha llegado Syriza.

Es un soplo de aire nuevo. Hasta la llegada de Tsipras y su equipo, parece que nadie podía desembarcar en Bruselas y decir "ya es suficiente". Puede sonar superficial, pero incluso ver a Varoufakis negociando sin corbata resulta esperanzador. Veremos como termina la negociación, pero al menos ahora se habla más de política y menos de troikas.

A Syriza se le une en España la irrupción de Podemos, que parece responder a una demanda diferente del electorado de izquierdas. ¿Esto hay que apuntarlo en el debe de los partidos socialistas?

Tony Blair y su tercera vía marcaron el comienzo de la deriva ideológica hacia el centro. Un error. Los socialistas tienen que seguir siéndolo.

Junto al partido de Pablo Iglesias aquí estamos viviendo la explosión de las mareas ciudadanas. Un contexto que  supone un reto para los partidos tradicionales.

No creo en eso de los partidos nuevos contra los viejos. Pero considero positivo que la ciudadanía se involucre, que recuerde a todos que la política es servir a la gente. Una conexión personal que se construye poderosamente a nivel local, y que debe tener continuidad en todos los escenarios.

También en Europa.

En los últimos años se ha puesto en riesgo el, para mí, proyecto más bello hecho por el hombre desde el Renacimiento. Una construcción riquísima desde todas las ópticas, que ha traído paz, trabajo y progreso; y que vive ahora mismo un retroceso por culpa de la posición intransigente de algunos países.

Países con acento alemán.

Quizás habría que recordarle a Merkel y al pueblo germano, al que tengo en una altísima consideración, de donde procede la semilla de la Unión Europea. Una idea generada tras el horror de la II Guerra Mundial, como respuesta al totalitarismo nazi, que funcionó como cortafuegos de la URSS y que permitió alcanzar niveles nunca vistos antes de bienestar.

¿Hay esperanza?

Todo debe pasar por la vieja receta de la solidaridad y el diálogo. Sucede  lo mismo con conflictos como el de Ucrania, que conozco de primera mano en calidad de observador de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Lo que pasó ahí fue el producto de intentar apagar un incendio con gasolina. Todos conocemos lo que sucedió en Crimea y la biografía de Putin, pero la diplomacia es la única salida.

Conflictos fronterizos, algo que suena anacrónico en el siglo XXI.

El desarrollo del proyecto europeo -en suspenso desde el 2011- debe desembocar en dejar atrás las viejas fronteras y conseguir que Europa sea una Europa de regiones.

Ese es el plano en el que trabajan la eurorregión entre Galicia y el norte de Portugal.

Mi país y Galicia están vinculados en todos los planos. Aunque pueda sonar a cliché, estamos unidos desde la gastronomía hasta la vertiente afectiva, un mundo de emociones comunes. Galicia y Portugal tienen que crecer juntas.

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