PASÓ LO QUE PASÓ

Había estiércol bajo las alfombras

photo_camera FUENTE: PIXABAY
Había inmundicias bajo la alfombra persa del salón y el coronavirus la ha levantado. Allí, ocultos, estaban políticos ineptos, abuelos aparcados, niños inquietos y hasta cáusticas siglas: ERTE.

Voceras que no respetan ni el luto

Es de los momentos críticos de los que se puede y se debe sacar conclusiones. En la celebración y la opulencia todos encontramos amigos; en la adversidad, no más allá de un lo siento. Esta sentencia sanitaria que recupera penas de muerte está promoviendo el indulto de perfiles colectivos que no debieran irse de rositas tan fácilmente. En medio de gentes abnegadas, comprometidas, valientes e imprescindibles socialmente están otras de madriguera, ufanas para lo superficial, prescindibles para lo sustancial. Vemos a profesionales que jamás miran el reloj cuando prestan sus servicios, que cobrarán este mes lo mismo, o menos. Gentes que ejercen el voluntariado, que donan artículos de primera necesidad, empresas que redoblan sus esfuerzos para que nada falte, que modifican al instante sus procesos productivos para resolver carencias, caseros que preguntan cómo lo está pasando el inquilino o le condonan la renta. Gentes, en fin, que salen a los balcones a las ocho de la tarde para con su aplauso desahogarse también del confinamiento, que hacen himnos de canciones que ya no se estilan ni en los karaoke. Y miles de casos más. Pero, también este disco tiene su cara B. Mientras en los balcones se improvisa el estribillo del "Resistiré", otro tipo de gente hace del resistir a toda costa su motivación diaria, también en esta crisis sanitaria. Esto está permitiendo ver el egoísmo infinito de la mayor parte de los políticos, confinados en la vacuidad de sus funciones. Incapaces, una vez más, de empatizar con el sentir común, de interpretar sus necesidades y ponerse a su lado. De ver que las preocupaciones ahora son otras, que se trata de los medios y los recursos para mantenerse sanos y vivos. Que se viven ya momentos de privaciones, soledad, lágrimas y encogimiento, preludio de lo que aún vendrá. Políticos aún preocupados por el efímero protagonismo de una foto o una declaración intrascendente. Interesados en que se les vea cuando reparten mascarillas, agua o lejía. Vocingleros en las redes sociales, incapaces del silencio ni en el luto. Inadaptados para el acuerdo y el respeto, crecidos solo en procurar el descrédito del rival solo por el mero hecho de profesar otras ideas. Viendo los días pasar haciendo nada, estorbando incluso. En todo esto pasa el tiempo una corte de biempagados. En eso y en cantar convencidos "Resistiré"  .  

Abuelos ocultos

Esta crisis está levantando alfombras, bajo las cuales escondimos de todo, incluso a los abuelos. Un tercio de la población de la provincia supera ya los 60 años y los subsidiados son más que los activos. Nos preparamos para vivir más años, no para envejecer. Los modelos de tres generaciones en casa, con hijos, padres y abuelos, son ensoñaciones de Cuéntame. Una sociedad que por obligación delega en guarderías el cuidado de los niños con apenas meses, delega también en residencias la atención de los mayores. Al final, en esta vida somos autónomos entre los 25 y los 60 años. Antes, dependes de papá y mamá; después, de una pensión. En la franja del medio están los que elegimos, los que legislan, los que toman decisiones en el sector público y privado. Y esta crisis sanitaria, además de airear gestores incapaces que se dan una bofetada de realidad cada día, evidencia lo cortas que andan de medios las residencias de mayores y dependientes. Siempre son colectivos vulnerables, más con un virus que quiere hacer diana en ellos. Ver que en gran parte de esos centros se trabaja a límite, con pocos medios, no es más que levantar una gigantesca alfombra bajo la cual estaba oculta una realidad social. Oculta, pero no inexistente. 

Un pringado el que queda en casa

Esta crisis también está tirando castillos de naipes. Jamás llegamos a pensar que la solución era quedarse en casa. ¿En casa? Sí, ese sitio decorado con lo último del Ikea y en el que no teníamos tiempo para estar. Ese lugar donde lo primero que se erosiona es la convivencia. Se educa a los niños de tal forma que no se les puede decir estate quieto o esta tarde no salimos. Lógico: se levanta, va al cole, come en el comedor, va a todas las actividades extraescolares y llega a casa lo suficientemente agotado como para que vaya a cama sin molestar. ¿Estar en casa el fin de semana? Eso es de pringados que no tienen apartamento en la costa, casa en el pueblo, peña que organiza salidas en bici, roteiros culturales, andainas, quedadas de canicross, cocidos en la casa de turismo rural. ¿Quedarse en casa confinados? Ni en Ikea.  

Temporal, esperamos

El látigo del paro será el daño colateral del coronavirus. ERTE es la sigla que sentencia a un trabajador y a una empresa agotada. Los expedientes de regulación cabalgan desbocados sin jinete que los embride. El significado de la sigla es el desasosiego. Si acaso nos quedamos con la T de temporal. Ojalá.

Virus y pecado, de nuevo juntos
 
Cada uno sabe los motivos por los que debe rezar. Hay quien lo hace todos los días, pero también quien invoca a Santa Bárbara cuando presagia tormenta. Las iglesias están cerradas, los curas recluidos, hasta el Papa bendice desde una Plaza de San Pedro vacía, pero se sigue rezando. Orar no solo para mantener al pecado a raya, sino para impedir que el virus nos traiga su maldición. De esta esperamos que nos saque una vacuna y una sanidad fortalecida. Si solo nos queda entrelazar los dedos y mirar al cielo, mala cosa. Que Dios nos pille confesados.


EL PORTAFOTOS

Sin título

En el portafotos están hoy todos un poco apretados, pero la ocasión así lo exige. No podemos ampliar el marco para que quepan todos los que lo merecen, por lo que alguno tendrá que quedar fuera de foco. No creo que les importe, son la antítesis del político ávido de notoriedad efímera. Phil Esterhaus, el sargento de Canción triste de Hill Street decía a sus agentes cada día: "Tengan cuidado ahí fuera". Ahí fuera hay mucho peligro, gente infectada, ignorantes en las instituciones (igual la mascarilla es para protegerse de ellos), pero decenas de personas cavan trincheras para impedir que el virus gane, invocando el no pasarán. Entonan el Resistiré, se dedican aplausos y sonrisas emocionadas. Los servicios básicos siempre se han ganado el sueldo, pero también el respeto, no siempre otorgado. La presión asistencial es tanta que quedan al aire carencias de recursos y medios, suplidos en la mayoría de los casos por la generosidad del anonimato. Poníamos como un trapo a la sanidad y los cuerpos de seguridad con la ligereza que nos es propia. Envidiábamos los servicios del centro y norte de Europa y allí también están teniendo incluso más estrecheces que aquí. A ver cuánto aplauso nos queda cuando todo esto pase.

Te puede interesar