INTERIORES AL TRANSLUZ

Un hermoso rincón de la ciudad

La historia de este edificio está relacionada con varios personajes que llegarían a ser famosos y conocidos en la vida española: el director de cine Tony Román, que desarrollo su carrera con mucho éxito en los años cuarenta y cincuenta y la psicóloga Elena Ochoa, actual esposa del arquitecto británico de fama internacional Norman Foster.
 

Su propietario, el farmacéutico Modesto Fernández Román, la construye en 1910 con la intención de trasladar allí su farmacia, situada hasta entonces en la calle del Progreso, y la vivienda familiar.

Poco después se asocia con Saco y Arce -un abogado que paso por la alcaldía de la ciudad y construyó otra interesante vivienda en la calle Celso Emilio Ferreiro- y montan juntos un almacén de especialidades reconvertido hoy en distribuidora de productos farmacéuticos. El negocio prospera y en 1950 los socios adquieren el solar de al lado, situado en la calle Desengaño, que baja a la Burga, vecino del taller del marmolista-escultor Piñeiro. Allí instalan su almacén para cumplir la nueva ley que mandaba separar las farmacias de cualquier otro negocio.

El nuevo edificio lo encargan al arquitecto Conde Aldemira, siendo maestro de obra el italiano Piero Lucotti, quien llega aquí, desconozco cómo, desde la lejana Abisinia. Ese mismo año, el farmacéutico José Fernández Ferreiro, padre de la hoy famosísima Elena Ochoa, entra a formar parte de la sociedad, ocupándose de la farmacia.

En ese nuevo edificio de los años cincuenta sería instalada la vidriera objeto de atención en este reportaje, en una de las salas de la oficina. De forma ovalada y hermoso colorido, está firmada por la empresa madrileña Maumejean, y su motivo marino, un velero navegando, resulta un tanto insólito en las vidrieras de la ciudad. En el año 2000 se derriba el edificio y alguien de la empresa tiene la feliz idea de salvar la vidriera, que será trasladada a las oficinas del almacén de Farmacia en el edificio de Gulías, donde se conserva.

Aunque oculta al público, la vidriera puede verse, malamente, curioseando desde el puente de la Burga a través de la bonita ventana que conserva las iniciales de la empresa sobre el cristal. Desde 2001, el edificio es propiedad de la Fundación San Rosendo, que lo convirtió en residencia de ancianos.

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