La hostelería de Ourense cierra por vacaciones porque no hace el agosto

Agosto es el mes fuerte de la hostelería en España y en la provincia ourensana… menos en la ciudad. Exceptuando el Casco Vello, es habitual ver letreros de “Cerrado por vacaciones”, “Cerrado por descanso” o “Volvemos el 21 de agosto” en las puertas de las cafeterías y bares de la ciudad de As Burgas. Para comprobarlo, este periódico realizó un recorrido por la Avenida de Buenos Aires, entre la plaza de As Mercedes y las escaleras de Lugrís Freire. De los 11 establecimientos contabilizados, cuatro estaban cerrados por descanso, uno volvió el miércoles de las vacaciones y otro se marchará el día 26. ¿Las razones? La clientela se va de una ciudad que no ofrece alternativas de ocio -es la única urbe gallega sin un programa municipal estable de este tipo-; tampoco ofrece soluciones para mitigar el calor y el centro es un laberinto de obras que molestan a los viandantes. Así, la propia ciudad podría colgar el cartel de “Cerrada por vacaciones”. “Aquí nunca te sorprenden con algo nuevo”, asegura Jorge Mejuto, encargado del Bar Tamarindo. “Vamos a destiempo con el resto de España”, prosigue. “Aquí, quien puede, escapa, y del calor más”, reconoce Francisco Santiago López, del bar Cadamoki. El Café Cabanillas retomaba el pasado miércoles la actividad después de quince días de descanso. Tiene siete empleados y abre desde las 7,00 horas hasta la 1,00 h, aproximadamente. Su propietario, José Ramón Pérez Losada, cuenta que siempre es lo mismo, nada nuevo bajo el sol de agosto: “Nosotros llevamos casi 25 años aquí y siempre paramos en agosto, que es el mes en que más flojea la cosa”. Se ubica a 500 metros del Casco Vello, pero vive de “las oficinas y las clínicas”, las cuales no trabajan en horario de verano por la tarde. Asegura que de las “500 personas” que acuden al bar habitualmente durante el resto del año, “en agosto se queda al 40%”. Francisco Santiago López es el gerente del Cadomoki, el bar de la intersección de Ramón Cabanillas con Celso Emilio Ferreiro. Está completamente de acuerdo con su compañero de profesión y añade: “Sí, el 40% siendo muy optimistas”. La ciudad se vacía de clientes en el mes por excelencia del turismo y, en su caso, plantea las vacaciones en dos tramos: la semana del 25 de julio y la del 16 de agosto, coincidiendo con los puentes, aunque esta semana está trabajando por un imprevisto. Explica que “los clientes de mañana se mantienen, pero por las tardes esto se queda muerto porque nadie sale de casa en las horas de más sol. Se nota que en esta zona hay mucha gente con casa en la playa o en el pueblo”. “Quien se queda aquí, va hacia el Casco Vello que es la zona de más movimiento”. Durante el recorrido por la Avenida de Buenos Aires, el bar Xestal es otro de los locales que acaba de volver a encender la cafetera después de varios días de parón. La propietaria, Elena Gómez, afirma que lo eligen en agosto por acuerdo unánime de los empleados: “Somos seis y lo prefieren todos así. Tenemos volumen de gente, pero hay que parar”. Aunque introduce un matiz al decir que la gente prefiere marcharse a descansar: “Nosotros tenemos las termas y no las explotan. Vienen los de fuera porque los de aquí, al final, no las usamos”. De vuelta al corazón de la ciudad, desde la Praza Maior aportan otra visión. Jorge Mejuto, del Tamarindo, dice que la ciudad se limita a explotar “las navidades y los carnavales, es sota, caballo y rey”. El hostelero asegura que las ofertas de ocio influyen en el volumen de clientes, aunque cuando se organizan espectáculos en la plaza, le obligan a retirar la mayoría de sus mesas. Cree que “si hubiera otras ofertas de ocio, la gente se quedaría más”, como pasó el martes por la noche con las Xornadas de Folclore, la única iniciativa festiva celebrada en las últimas semanas, promovida por la Diputación, que llenó las calles del centro. Asegura que al retirarles el 60% de la terraza, la facturación se resiente. Pero aún así, “estaría bien fomentar” más ocio para atraer a la clientela.