Las familias de etnia gitana del poblado de A Fontela, en Maside, apenas conservan un atisbo de la ilusión que habían sentido cuando hace más de 10 años les habían prometido la construcción de 25 casas para mejorar su modo de vida y derribar definitivamente las chabolas que ocupan en un antiguo tramo de la carretera nacional entre Ourense y Pontevedra, justo en una de las entradas principales de Carballiño. Tras el desencanto, llega la resignación y también el cabreo tanto con la Administración autonómica, que había anunciado su financiación, como con los responsables municipales, cuyos intentos resultaron fallidos.
El ambiente en el poblado es cordial y tranquilo, saben como recibir a los visitantes, y no dudan en mostrar las precarias condiciones en que viven. Lo más impactante es la abundante basura que los rodea que casi llega a las puertas de las chabolas y entre la que juegan los niños.
Emilio Fernández Durille tiene cuatro hijos y está preocupado por su seguridad, porque "ya se han cortado alguna vez. No pueden estar viviendo aquí en esta mierda y en casas con suelo de cemento, a veces no quieren ir a la escuela por el frío que tienen".
La basura llegó hace algunos meses a ocupar parte de la calle principal e incluso el techo de algunas chabolas y, según afirma, Gregorio Jiménez, "vinieron a limpiarla pero dejaron la mitad".
Hay alguna casa de bloques, pero la mayoría han sido construidas con tablas y material de desecho, por cuyo motivo siempre están temerosos de que un temporal las derrumbe como le sucedió a María José Díaz hace tres años cuando le cayeron dos árboles encima. Desesperanzados por las promesas incumplidas, Gregorio Jiménez ya sólo pide "que limpien esto y nos hagan unas casitas de bloques aquí mismo". El alcalde de Maside, José Manuel Iglesias, aseguraba que cuenta con el compromiso de la Xunta para erradicar los vertidos.
Algunos de los residentes son vendedores ambulantes, aunque el no disponer del permiso de conducir les limita mucho, y la gran mayoría se dedica a la compra y venta de chatarra. "Vamos cuando nos llama algún conocido, porque ahora la gente la lleva al punto limpio.", matiza Jiménez.
Nadie les alquila viviendas porque "piensan que no les vamos a pagar", señalan, y los jóvenes tampoco tienen demasiadas oportunidades. Guillermo Jiménez Manzano, de 18 años, estudió hasta segundo de la ESO y ya está casado, y su amigo Fabián Gabarres, de 23 años, hasta sexto de Primaria, casado a los 16 años y con un hijo. Ambos piensan que su único futuro está en la chatarra porque "los gitanos tenemos mala fama y ¿a qué me voy a dedicar si no?", explica Manzano.