La Fundación Neuroburgas Dano Neurolóxico, que lleva atendiendo desde junio a pacientes del denominado covid persistente o "long covid", acaba de poner en marcha una unidad para abordar esta problemática. Se dirige a dos tipos de pacientes: quienes tras pasar la fase aguda de la infección presentan secuelas físicas y psíquicas derivadas de esta enfermedad, y un segundo grupo de pacientes que -incluso no habiendo estado hospitalizados- arrastran síntomas incapacitantes durante muchos meses.
La unidad que intentará combatir al "long covid" está formada por cuatro fisioterapeutas, un trabajador social, tres terapeutas ocupacionales, dos logopedas y dos neuropsicólogas, bajo la dirección de Delfín Campos, al frente de Neuroburgas, y Fernando Villarino, su vicepresidente, quien reivindica las figuras del trabajador social y el terapeuta ocupacional a la hora de enfrentar el "long covid": "El terapeuta ocupacional realiza un papel muy importante al analizar la situación de los pacientes mediante escalas de limitación funcional, que ayudan a comprobar su evolución y permiten conocer si la medicación está funcionando".
El objetivo prioritario es recuperar su calidad de vida. Para ello, Villarino defiende que es necesario "el trabajo codo con codo de todos los profesionales de la salud, para hacer un abordaje integral y avanzar en el conocimiento de lo desconocido. La mayoría de recursos se destinan a los casos agudos, como es lógico, porque hay que salvar vidas, pero contamos con estudios sobre el primer SARS que ya nos advertían, en término medio, de dos años de secuelas", advierte.
“Esto lo truncó todo. Me siento como una anciana"
Cuando Rosalía Bermejo (43 años) contrajo el covid, aún no se usaba mascarilla. Ella trabajaba como representante comercial, y se contagió en uno de sus viajes de restaurante en restaurante. Entonces pasó días muy difíciles. Apenas podía respirar: "Llegué a pedir que me subieran una bombona de oxígeno a casa, y me contestaron que fuera al Hospital, pero yo no quise ir porque pensaba que tenía el covid". Sufrió pneumonía y pericarditis y durante este largo año las secuelas se han ido sucediendo: "He perdido visión y olfato, tengo migrañas, me reventaron venas del pecho. Padezco un dolor muscular brutal, incontinencia urinaria, fatiga crónica, insomnio, falta de concentración, dificultad para el habla… me siento como una persona de 80 años. Hay mañanas que me levanto como si hubiera tomado un par de whiskys, mareada y con arcadas", lamenta.
"Yo era una persona deportista, incluso corría medias maratones, y trabajaba muchas horas. Nunca había estado enferma de nada. Ahora hay días que no puedo ni hacer la cama", se lamenta. "Llevo tres tratamientos médicos, pero ninguno surte efecto. Esto me truncó todo. A veces me cuesta la vida subir hasta el cuarto piso. Si realizo un esfuerzo, luego paso tres días sin hacer nada. No sé que va a ser de mi vida". Al principio, los médicos pensaban que tenía ansiedad o depresión: "Y ahora, que no puedo estar más de 10 minutos de pie porque me caigo, ahora sí que tengo ansiedad".
La vida laboral, en riesgo: "Dile a tu jefe que estás fatigado y no puedes trabajar"
Fernando Villarino, vicepresidente de Neuroburgas, lamenta que "la mayoría sufren problemas laborales. Dile a tu jefe que estás fatigado y no puedes ir a trabajar. No hay un reconocimiento de la enfermedad y hasta en las analíticas sale todo bien, pero luego no tienes fuerzas ni para leer un libro... A veces no les entienden ni a nivel familiar o de pareja, entre la preocupación y el escepticismo", lamenta Villarino."En las redes sociales ya empieza a escucharse la voz de estos pacientes con testimonios terribles, cuando la medicina aún no sabe el motivo de la permanencia de estos síntomas, por qué el virus queda latente", expone.
